Anarquía y Parlamentarismo


Merlino[1] niega que la lucha política parlamentaria sea contraria a los principios anárquicos. Entendámonos bien. Lo que es contrario a nuestros principios es el parlamentarismo, en todas sus formas y gradaciones. Consideramos que la lucha electoral y parlamentaria educa al parlamentarismo y termina por transformar en parlamentaristas a quienes la practican.

Merlino -que parece que todavía se considera anarquista y va haciendo continuas reservas sobre la abolición plena del parlamentarismo y sustenta la fe novísima de la posibilidad de un gobierno que sea servidor del pueblo y al que se pueda despedir cuando no cumpla con su deber o no se tenga más necesidad de su obra- debería ante todo explicarnos cómo sería su “anarquía parlamentaria”.

La abstención de los anarquistas no debe confrontarse con la de, por ejemplo, los republicanos. Para éstos, la abstención es una simple cuestión de táctica: se abstienen cuando creen inminente la revolución y no quieren distraer fuerzas de la preparación revolucionaria; votan cuando no tienen nada mejor que hacer y para ellos lo mejor es el trabajo minoritario, dado que rehúyen, por razones de clase, las agitaciones que pueden destruir el orden social. En realidad, están siempre en el buen camino: quieren un gobierno parlamentario y los electores que conquistan ahora les servirán para mandarlos un día a la Constituyente.

Para nosotros, en cambio, la abstención está estrechamente ligada con las finalidades de nuestra Organización. Cuando llegue la Revolución nos negaremos a reconocer los nuevos gobiernos que traten de implantarse, no queremos darle a ninguno un mandato legislativo; por tanto, tenemos la necesidad de que el proletariado tenga repugnancia a las elecciones, se niegue a delegar en otros la organización del nuevo estado de cosas, y que, más bien, se encuentre en la necesidad de actuar por sí mismo. Debemos hacer que el proletariado se habitúe desde ahora a regular por sí mismo sus propios asuntos y no siga con su tendencia a delegarlos en otros.

Toda la fuerza de la argumentación de Merlino consiste en un equívoco. Contrapone por una parte la lucha electoral y por otra la ciencia, la indiferencia y la aquiescencia supinas a las prepotencias del gobierno y de los patronos; y está claro que, en ese caso, la ventaja corresponde a la lucha electoral.

No es cierto que sin el parlamento falten los medios para hacer presión sobre el gobierno y poner freno a sus excesos. Al contrario. Cuando en Italia no había sufragio universal, había una libertad que hoy nos parecería grande; y la violencia gubernativa, mucho menor que la de Crispi y Di Rudini, provocaba una indignación y una reacción popular de las que hoy no tenemos ni idea. El mismo sufragio al que dan tanta importancia, ha sido obtenido naturalmente, cuando no había sufragio; y ahora que lo hay, amenazan con eliminarlo. ¡Efecto milagroso de su eficacia!

Los socialistas parlamentarios, empeñando toda su actividad en torno a la lucha electoral, se condenan a un trabajo de Sísifo; y cada vez que el gobierno quiere minimizar las libertades políticas y garantías constitucionales, ellos deben dejar de lado el programa socialista y volver a ser constitucionalistas.

Hoy, las críticas que puedo hacer acerca de los errores en que han caído los anarquistas, no tienen ya eficacia, porque no son más las observaciones de un compañero expresadas en bien de la causa común, sino los ataques de un adversario, que corren el riesgo de no ser tomados en cuenta por considerárselos sospechosos.

Errico Malatesta
L'Agitazione, 4 de marzo de 1897.
[1] Reproducimos aquí un debate entre Merlino y Malatesta sobre el Parlamentarismo. Los debates comenzaron tras la publicación de un artículo de Merlino en Messaggero en 1897 defendiendo la participación en los Parlamentos como complemento a la lucha desde el proletariado, para la defensa de los derechos fundamentales de éste. El resto de textos, algunos de ellos de gran interés, pueden ser encontrados fácilmente.

Para no crear confusiones, hemos alterado el término Partido, utilizado frecuentemente por Malatesta para referirse a lo que hoy entendemos como Organización y por ello hemos preferido utilizar éste.
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