Pedazos de la historia que la historia no cuenta

La primera huelga de que se tienen noticias data del 1490 a.c. y habría sido deflagrada por los hebreos de Egipto. Portugal, con una historia independiente a partir del siglo XII, registró su primera huelga en 1383[1].

Para marcar un punto de partida del Movimiento Obrero Portugués, tomamos la “Casa de los Veinticuatro”, fundada por el Maestro de Aviz en 1383[2], exactamente el año en que asalariados habrían abandonado el trabajo para reivindicar “mejoras salariales”.
La configuración del militante obrero apareció en la medida en que el productor autónomo dejaba de ser artesano para emplearse, obedeciendo a las reglas de los nuevos patrones que se imponían para sumar dividendos sobre los esfuerzos ajenos. Era el comienzo de la Plusvalía.
Hay noticias de que en el año 1927 habrían nacido las primeras asociaciones de socorro mutuo, sucediéndoles las hermandades con las banderas de santos del calendario católico, comenzando a partir de ahí las protestas contra los excesos de horario de trabajo y los malos tratos aplicados a los aprendices, agravados por el hecho de que éstos, cuando no pagaban para aprender el oficio, trabajaban gratis por algún tiempo, mientras los asalariados ganaban lo que los patrones quisiesen pagar por un trabajo casi de esclavo, un poco más que de sol a sol.
Portugal tenía entonces cerca de 1.200.000 habitantes. La prensa apareció en 1625 comandada por el presbítero Manuel Severino de Faria para defender los intereses del alero.
Poco a poco la industria agrupa trabajadores en torno a las “máquinas” para ampliar la producción, vender y lucrar más, independientemente de si el proletariado aceptaba o no los largos horarios de trabajo. Para oponerse a la avaricia patronal, Alexandre Fernández de Fonseca tuvo la idea de formar la Asociación de Trabajadores Lisboetas. Elaboró sus estatutos con ayuda de 19 compañeros, recibiendo aprobación del gobierno a 17 de enero de 1838, y a 3 de febrero de 1839 dio por fundado lo que vendría a ser la primera Asociación Obrera Mutualista Portuguesa, de aspiraciones más amplias que las Hermandades. Al principio la marcha fue lenta, pero con el surgimiento del periódico “O Eco Operario” por iniciativa de Lopez de Mendonça y Sousa Brandao, influenciados por las ideas libertarias de Proudhon, las asociaciones obreras se fueron ajustando a la realidad portuguesa.
“O Eco Operario” produjo un gran impacto en los medios obreros y crece el número de simpatizantes. En 1866 nace decididamente la Asociación Internaciones de los Trabajadores en Europa. En seguida explota la Comuna de París.
En Portugal el impacto de estos acontecimientos fue grande, vino a sumarse a las ideas de Proudhon, el primer ciudadano del mundo que tuvo el coraje de denominarse anarquista, ganando enseguida la adhesión de intelectuales como Antero de Quental[3], Adolfo Coelho, Augusto Soromenho, Augusto Fuschini, Eça de Queiros, Jaime de Oliveira Meires, Guilherme de Azevedo, Jaime Batalla Reis, Oliveira Martins, Manuel de Arriaga, Salomao Sáraga y Teófilo Braga. Y el 16 de mayo de 1871 la prensa anunciaba una serie de “Conferencias Democráticas en el Casino” que se iniciaban el día 22 de mayo y que tenían por orador a Antero de Quintal.
El gobierno se aterrorizó con las ideas defendidas ardorosamente por la fina flor de la intelectualidad portuguesa y prohibió[4] las “Conferencias del casino”, a pesar de las protestas de Alexandre Herculano y otras personalidades de las letras.
La influencia de Proudhon no dejaba margen de dudas en la intelectualidad portuguesa y en los medio obreros lusitanos más esclarecidos. Así, incluso, en 1872, Pal Lafargue[5] consiguió una representación de 6 Fraternidades Reformistas que acogían a 1.770 afiliados, sin oírlos (cuando asociaciones portuguesas contaban con más de 10.000 afiliados sólo en Porto y Lisboa) y con esa ínfima minoría votó en el Congreso de la Haya por la expulsión de los anarquistas de la AIT, resultando la escisión.
De ahí en adelante el Movimiento Obrero crece impulsado por las reivindicaciones económicas. La prensa socialista y anarquista apoyan su lucha y mensionan huelgas de ese período, incluso de las mujeres corcheras, destacando las obreras Theodoran Vaentín, María das Dores e Iria Marques.
A final de siglo los trabajadores ya demuestran una gran autonomía política. Las huelgas pasan a tener más carácter social que económico. Los aumentos salariales no fueron descartados, pero se comenzaba a reclamar la reducción de la jornada de trabajo, la falta de higiene, el paro, el aumento del costo de la vida, la falta de escuelas para los hijos de los trabajadores. Poco a poco la gran mayoría del proletariado percibió que los socialistas dejaban el abstencionismo político para aproximarse a la disputa electoral, llegando a presentarse a cargos públicos por Lisboa, y se separan de ellos.

En los Congresos Obreros ya aparecían propuestas revolucionarias.
Opúsculos que explicaban el anarcosindicalismo o el sindicalismo revolucionario llegaban de Francia y de otros países, eran traducidos, publicados, y muchos trabajadores los estudian con ahínco[6].
De esa simiente salieron militantes de talento como Alexandre Vieira, Manuel Joaquim de Sousa, Carlos Rates, Manuel da Silva Campos, Marques da Costa, Serafim Cardoso Lucena, Augusto Godinho, Antonia Dias Fontes, Joaquim Moreira da Silva, Alfredo Vilar, Mario Castelhano, Manuel Pedro, Arnaldo Simoes Januario, Artur Modesto y tantos otros.
El Sindicalismo -para sus idealizadores y precursores- no era ni es sólo economicista[7]. Es también socialista revolucionario, alimenta sentimientos indomables de libertad, se opone permanentemente al Estado, a la miseria, a la opresión, a la educación mentirosa, deformadora y alienante administrada por el Estado
El anarco-sindicalismo es fundamentalmente revolucionario, pedagógico, de naturaleza objetiva, de reconstrucción social y educacional, formará una sociedad para todos basada en la libre asociación, natural, espontánea y autogestionaria.
El sindicalismo revolucionario rechaza cualquier tipo de colaboracionismo o reformismo. Admite, a pesar de esto, el constante perfeccionamiento técnico, científico, cultural, elevando al individuo al máximo de su capacidad.
No concibe ni acepta distinciones de razas, lenguas, nacionalidades, colores, sexos, edades, diferencias intelectuales, culturales ni físicas.
Las diferencias entre el sindicalismo revolucionario y el reformista, propuesto por los socialistas, creció, provocó escisiones, debates acalorados en los Congresos, la división de los caminos cuyo alcance se evidencia en las doctrinas que orientan esas dos corrientes. Los flash libertarios en la prensa obrera desde 1834 dejan claro la evolución hacia el sindicalismo revolucionario.
En los Congresos Obreros de 1885, 1891, 1892, 1894, 1895 y 1897 las tesis expresan una mezcla de socialismo libertario de Proudhon, de Cooperativismo y Apoyo Mutuo de Robert Owen, algo de religiosidad de las antiguas Hermandades, el deseo de cultivar a las clases más humildes para alcanzar un mundo mejor.
Por esta misma época, portugueses participaron en el Congreso Posibilista de París, en 1889, representados por Viterbo de Campos y Manuel Luis de Figueiredo; en el Congreso Obrero de Tui, España, en 1901 y 1902; en Viana do Costelo, en el tercer Congreso Internacional, ambos con la participación de obreros portugueses.
Pero en estos tres congresos internacionales, al igual que en los congresos de 1910 (Lisboa) y 1911 (Porto), las tesis y los debates ya demuestran una gran evolución ideológica en comparación con las ideas defendidas en los congresos anteriores y/o en comparación con las costumbre y las reglas políticas de la época.
Además de los congresos libertarios en los que participaron los trabajadores hasta 1922, podemos catalogar los siguientes congresos obreros: Congreso de los Trabajadores Rurales, Évora, 1912, con la presencia de 39 sindicatos; Congreso Nacional de Corcheros, Lisboa, 1912; Congreso Regional de Sindicatos de la Construcción Civil, Porto, 1911-1912; Congreso Sindicalista, Lisboa, 1913, con la presencia de delegados extranjeros; Congreso Nacional de Metalúrgicos, 1913; Congreso Nacional de los Trabajadores de la Industria de Calzados, 1913; Congreso Nacional Obrero, Tomar, 1914; Congreso de la Construcción Civil, 1918; Congreso Nacional de Dependientes, Santarém, 1919; Segundo Congreso Nacional Obrero (en este congreso realizado en 1919 nació la CGT y tuvo la participación de 119 delegados que representaban a 130.000 trabajadores; Congreso Nacional de la Industria Mobiliaria, Coimbra, 1921; Congreso Nacional del profesorado Primario, Porto, 1921; Congreso Nacional de las Juventudes Sindicalistas, Lisboa, 1921; Congreso de Ferroviarios a nivel nacional, con la presencia de delegados extranjeros, 1922; Congreso de Marinos, Leixoes, 1922; Tercer Congreso Obrero Nacional (2º de orientación anarcosindicalista), Covilha, 1922.
En este último congreso fueron debatidas y aprobadas tesis de gran importancia, como “Organización Social Sindicalista” (publicada después en libro con 148 páginas), y el rechazo de afiliación de la CGT a la Internacional Sindical Roja con sede en Moscú.
Los sindicalistas apolíticos portugueses en este período participaron, todavía, en el “Congreso Internacional del Libre Pensamiento”, Lisboa, 1913, en el “Congreso Internacional del Libre Pensamiento”, Lisboa, 1913, y en el “Congreso Internacional de Ferrol”, España, 1915, para marcar la posición del proletariado ibérico en contra de la guerra.
La historia del Movimiento Obrero Portugués, apolítica, es tan rica en ideas y acontecimientos que aún volveremos al tema.
Edgar Rodrigues

[1] Antonio Sergio: Historia de Portugal, primer volumen.

[2] 1911 - Edgar Rodrigues. El Despertar Obrero en Portugal, 1834-1911.
[3] Para Antonio Sergio, Antero de Quental fue el Proudhon portugués.
[4] El decreto es de la autoría del ministro Avila y Bolana.
[5] El cubano yerno de Marx, Paul Lafarque, viajó a sus expensas a España para intentar neutralizar la influencia de Bakunin en la persona de Fanelli y Eliseè Reclús, y a su paso por Lisboa consiguió obtener una credencial de José Fontana con la cual votó en nombre de los trabajadores portugueses a favor de la expulsión de Bakunin y otros anarquistas de la AIT.
[6] Son de esa época: “Las huelgas” de Anton Evar; “La Huelga General” de Arestides Briand; “La unión de los sindicatos y la anarquía” de Fernando Pelloutier; “La humanidad” de Paraf Javal; “La burla electoral” de la Comisión de Propaganda Anti-Electoral; “La Confederación General del Trabajo” de Emile Pouget; “Acción Sindicalista” de Víctor Griffuelhess “La Ley y la Autoridad”, de P. Kropotki; “La FORA ante los tribunales”; Bases de Sindicalismo” de Emile Pouget; “Como haremos la Revolución” de Patau y Pouget; “De la responsabilidad” de Campos Lima; “El Sindicalismo” de Leone; “El Sindicalismo y la próxima Revolución” de A. Doefour; “El Proletariado Militante” de Anselmo Lorenzo; “Los dos métodos del Sindicalismo” de Paul Dellessale; “El día de las 8 horas” de S/A; “El primero de mayo” de P. Gori; “El Sindicalismo contra el Socialismo” de Mermeix; “El Sindicalismo y la próxima Revolución” (2 volúmenes) de Deifour; “El Movimiento Obrero en Gran Bretaña” de Augus Hamo; “El crimen de Chicago” de Hugo y Pentecoste; “Once de Noviembre” de Ricardo Mella; “El salario” de Kropotkin; “El Primero de Mayo” de Bel-Adam; “Once de Noviembre” de Edlitans; “Sindicalismo y Revolución” de Robert Michels; “Sindicalismo y Parlamentarismo” de Kropotkin; y más de una centena de obras libertarias.
[7] Vale recordar los Sindicatos de Oficios Varios para agregar trabajadores autónomos e intelectuales.
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