Cuba. Esa amada dictadura

"Ninguno de los males que pretende remediar el totalitarismo es peor que el propio totalitarismo" Albert Camus

Al pueblo cubano se le viene negando la solidaridad internacional de las mentes progresistas del mundo; a estos les parece aceptable el sojuzgamiento permanente en que vive el pueblo cubano, pues la culpa de ello no es de Fidel, sino de los gobiernos USA. Es descorazonador que después de más de tres mil años de tener datada la lucha contra las tiranías todavía pueda concederse crédito a los regímenes dictatoriales. Quienes consideraron que el "comunismo" era una opción preferible al liberalismo capitalista y una aportación positiva a la convivencia, han tenido muchas ocasiones para rectificar tras más de ochenta años de tiranías de izquierda, pero sólo han condenado o dejado de reivindicar las dictaduras comunistas ya desaparecidas.

Mientras han existido, han recibido el beneplácito del progresismo comunista internacional o cuando menos se les ha otorgado el beneficio del silencio crítico. Y ahora la tiranía cubana se ha convertido en la joya de la corona izquierdista. Al mismo tiempo que se criticaba al totalitarismo de derechas, se luchaba por instaurar regímenes totalitarios de izquierda. El modelo económico y la construcción propagandística de los discursos de ambos sistemas divergían, pero la esencia tiránica de ambos les aunaba haciéndoles coincidir en un mismo proyecto de dominación total de la sociedad por parte de un aparato de Estado de corte absolutista que superaba con creces el sojuzgamiento del pueblo, de los ciudadanos, propio de las monarquías del despotismo ilustrado de corte Ancien Regim. Una tecnología siniestra de represión les hermana. Trotsky creó los campos de concentración en 1918, y los bautizó como tales, siguiendo la estela y los precedentes que ya había establecido en Cuba el general mallorquín Valeriano Weyler durante la dominación hispánica. A los campos trotskistas fueron a parar todos los disidentes del nuevo poder, de forma que cuando muere Lenin en 1924 se cuentan por decenas de miles los ciudadanos rusos que pueblan tan siniestra institución. Bujarín, antes de ser fusilado por Stalin, ya hizo una demostración cínica del nuevo poder totalitario: "No es verdad que en Rusia haya sólo un partido. Lo que sucede es que hay un partido en el poder y los demás están en la cárcel". La mayor parte de la población penal eran religiosos, socialistas revolucionarios, mencheviques y anarquistas, y luego ya el común de los ciudadanos. Por el camino ya se habían quedado centenares de miles fusilados. Stalin llevará al delirio la represión y el aniquilamiento, y los comunistas internacionales empezarán a titubear en su apoyo incondicional con ocasión de los juicios de los años treinta a la propia cúpula del Partido.Mientras tanto todo parecía bien. Los trotskistas no criticaron los campos mientras su líder estaba al frente del aparato represor que él mismo había creado, y los buenos comunistas occidentales se agarraron a la desestalinización cuando Krushev condenó a Stalin desde el Kremlin. Condenando a Stalin se salvaba a Lenin y, por lo tanto, se podía seguir siendo leninista e ir por el planeta leninizando pueblos. De modo que cuando llegó Hitler al poder,en la Unión Soviética ya habían pasado por los campos varios millones de "contrarrevolucionarios", gusanos en la versión cubana. Una triste sorpresa fue la que se llevó David Rousset, superviviente de los campos nazis,cuando propuso crear una organización de repulsa de los campos de concentración,dependiesen del gobierno que fuese, y de apoyo a quienes estaban en ellos. Compañeros suyos de calvario en los desaparecidos campos nazis se negaron a participar en su iniciativa, eran "comunistas" y por ello habían sido detenidos y torturados por los nazis, pero no estaban dispuestos a condenar a quienes sufrían una suerte parecida en el Gulag. Quedaba claro que los campos, la tortura, la aniquilación era condenable cuando lo hacían los fascistas, pero si lo hacían los comunistas era aceptable. La doble moral, el cinismo político, la burla de los valores morales y de su generalización al conjunto de los seres humanos más allá de las razas o culturas, y la defensa de la política de represión siniestra cuando el represor era comunista, era lo que quedaba entronizado como estrategia de lucha. El fin supremo de la liberación de los pueblos era la justificación de cualquier formulación comunista. Ciertamente es verdad que no hay pueblo más liberado de los males de este mundo que el pueblo muerto. Peor para el pueblo si no lo entiende. Finalmente el pueblo no es el sujeto y autor de su vida, no es protagonista de sus acciones, sino vasallo de sus liberadores que saben lo que le conviene. Si el pueblo no coincide con sus élites revolucionarias y, especialmente, con el caudillo de turno, peor para el pueblo, pues objetivamente se convierte en contrarrevolucionario, pierde su condición humana y es merecedor de ser aniquilado. Pol Pot, estudiante egregio de marxismo en la Sorbonne, lo aplicó sin titubeos y con diligencia extrema. Fidel sigue en ello, y todavía hoy, con cuarenta y cinco años de dictadura y más de 80.000 víctimas de su represión, nos condena a tener que discutir sobre sus medidas y sus acciones. Se trata del mismo Fidel que a los pocos meses de su victoria había afirmado que "el comunismo mata al hombre destruyendo su libertad", para añadir que "cuando se persigue a un solo hombre por sus ideas políticas, nadie puede sentirse seguro". Poco después llegaron los soviéticos y le ofrecieron el petróleo y todo cuanto necesitase para mantenerse en el poder, y vio la ocasión de crear la versión de izquierdas de la endémica tradición latinoamericana de caudillismo criminal. Inició las purgas de los comandantes revolucionarios no comunistas, creó los campos de "reeducación" para todos los ciudadanos que no estuvieran de acuerdo con las medidas gubernamentales, confiscó la capacidad de decisión de cualquier otro que no fuese él, e instauró la pena de muerte, con el beneplácito de Ernesto Guevara que, para ir abriendo boca, firmó nada más llegar al poder y de un plumazo un decreto por el cual se ejecutaba a cincuenta presos, gusanos, por supuesto. Se opuso al imperialismo norteamericano entregándose al imperio totalitario soviético, y mandó tropas cubanas a los continentes africano y asiático siguiendo las órdenes de la metrópoli soviética. La hermandad de Castro con el fascismo, propia de su raíz común totalitaria, fue quedando clara cuando decretó una semana de luto nacional por la muerte de Franco, y otra por la muerte de Perón, y ha seguido en ello oponiéndose al encierro en Londres de Pinochet. Una defensa gremial del oficio de dictador, no fuese a suceder que en uno de sus viajes... Paco Frutos, líder del PC español, dijo hace poco que él no tendría ningún problema en Cuba; él no, claro, el problema lo tiene el pueblo cubano, que ha pasado de los campos de Weyler a los de Castro. Finalmente el camarada Frutos puede ir a Cuba y salir, lo cual no pueden hacer los ciudadanos cubanos, condenados a residir bajo el yugo castrista, pues la nación toda se ha convertido en un campode concentración, un lugar donde por definición no se puede salir y donde se vive en el acatamiento constante de las órdenes de unos dirigentes autoinvestidos como tales por obra y "gracia" de la ideología marxista, que por definición es la única capaz de liberar a los pueblos... sin el consentimiento de éstos, claro. El pueblo cubano tiene que seguir sufriendo la humillación permanente de la dictadura, la tortura y la muerte, la imposibilidad para decidir por sí mismo, para defenderse o quejarse, para leer o escribir lo que quiera, para participar en cualquier iniciativa propia no reglada ni pautada por el poder... Al pueblo cubano se le viene negando la solidaridad internacional de las mentes progresistas del mundo, pues como lo constató Rousset, a estos les parece aceptable el sojuzgamiento permanente en que vive el pueblo cubano, pues la culpa de ello no es de Fidel, sino de los gobiernos USA. ¡Ya le gustaría a Fidel no tener que torturar ni ejecutar a nadie! Pero si lo hace es por culpa del bloqueo yanki. El leninismo ha hecho una aportación fundamental a la historia penal: el que es torturado, ejecutado o encarcelado por un gobierno "comunista" no es víctima, no merece apoyo ni defensa, es siempre culpable, y en última instancia es objetivamente colaborador del imperialismo yanqui. Como la víctima de la Inquisición, tal vez no sepa que el diablo obra a través de él y que sólo le cabe corroborar lo que el torturador le va indicando y aceptar su crimen y su castigo como forma de expiación. ¿Qué esperanza le cabe al pueblo cubano? Pues esperar que los progresistas occidentales consigan instaurar una dictadura del proletariado en Estados Unidos. Mientras, a tomar mojitos y a bailar, que son todos muy felices... por decreto, y al que se empeñe en negarlo, pues se arriesga a que se le saque la confesión de felicidad bajo tortura.
Ignacio de Llorens
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