La extensión del ciberespacio ha puesto muy en evidencia los límites del esquema clásico de la teoría de la información, en la que se establece un flujo unidireccional entre el emisor y el receptor, a través de un canal determinado. Este planteamiento asimétrico es bien conocido y se trata de un elemento recurrente en todos los medios de comunicación tradicionales: por un lado, el productor de la información; por el otro su destinatario. Es cierto que desde hace algún tiempo, los medios se esfuerzan introducir cierto grado de interactividad (teletienda, pago por visión, encuestas, intervenciones telefónicas…) pero no son más que paliativos bastante burdos. La insistencia en que la gente intervenga, opine, se solidarice, etc., no puede ocultar a nadie la ausencia de una interactividad que no existe en absoluto.
Aunque su intención sea opuesta, el esquema de la contrainformación no difiera mucho en su expresión material. Sigue habiendo unes que producen información- las agencias y medios contrainformativos- con muy escasos medios y otres que la reciben- la peeña- con más buena fe que interés real. Parece claro que no por repetir muchas veces ideas como “horizontalidad” o “no-mediación”, la comunicación que promovemos pasará automáticamente horizontal o no mediada. Prácticas de la contrainformación como sacar a la luz informaciones obviadas o manipuladas por los medios convencionales se basan en la idea “veracidad” o dicho de otro modo, en la búsqueda de una aproximación máxima entr e los “hechos” y el relato que se construye. Esa noción de que hay una 2verdad” que hayq eus acar a la luz tiene su apogeo en contextos totalitarios en el que se censura la información o bien en un esquema ilustrado de otros tiempos en el que había falta de información. No es ese ciertamente nuestro caso, en el cual el problema es más bien el contrario: flujo excesivo de información que produce ruido, distorsión, redundancia y vanalidad, pasando a ser fundamental el cómo situarnos desde nuestra absoluta precariedad de medios en semejante contexto. (…)
¿Hay posibilidad de comunicación alternativa, y no sólo contribuir al ruido mediático? Una posible línea de fuga sería ver si podemos convertir la comunicación en algo capaz de producir formas de vida y de socializdad refractarias al mercado y al mando. Y en este contexto, el mensaje es lo de menos. Aquí, el proceso comunicativo es importante, pero no cualquier proceso comunicativo sino el que producimos en una apuesta colectiva de lucha contra el poder (los poderes). Comunciación en proceso como creación de nuevos espacios de libertad, con singularidades que desbordan la disyuntiva individuo/colectivo y que son fruto de la libre circulación de saberes y experiencias diversas. (…)
Aunque su intención sea opuesta, el esquema de la contrainformación no difiera mucho en su expresión material. Sigue habiendo unes que producen información- las agencias y medios contrainformativos- con muy escasos medios y otres que la reciben- la peeña- con más buena fe que interés real. Parece claro que no por repetir muchas veces ideas como “horizontalidad” o “no-mediación”, la comunicación que promovemos pasará automáticamente horizontal o no mediada. Prácticas de la contrainformación como sacar a la luz informaciones obviadas o manipuladas por los medios convencionales se basan en la idea “veracidad” o dicho de otro modo, en la búsqueda de una aproximación máxima entr e los “hechos” y el relato que se construye. Esa noción de que hay una 2verdad” que hayq eus acar a la luz tiene su apogeo en contextos totalitarios en el que se censura la información o bien en un esquema ilustrado de otros tiempos en el que había falta de información. No es ese ciertamente nuestro caso, en el cual el problema es más bien el contrario: flujo excesivo de información que produce ruido, distorsión, redundancia y vanalidad, pasando a ser fundamental el cómo situarnos desde nuestra absoluta precariedad de medios en semejante contexto. (…)
¿Hay posibilidad de comunicación alternativa, y no sólo contribuir al ruido mediático? Una posible línea de fuga sería ver si podemos convertir la comunicación en algo capaz de producir formas de vida y de socializdad refractarias al mercado y al mando. Y en este contexto, el mensaje es lo de menos. Aquí, el proceso comunicativo es importante, pero no cualquier proceso comunicativo sino el que producimos en una apuesta colectiva de lucha contra el poder (los poderes). Comunciación en proceso como creación de nuevos espacios de libertad, con singularidades que desbordan la disyuntiva individuo/colectivo y que son fruto de la libre circulación de saberes y experiencias diversas. (…)
IV Jornadas de contrainformación
Extraído de “Contra el Poder”Invierno del 99
Extraído de “Contra el Poder”Invierno del 99