La sobre-información

En el otro extremo de la no información o carencia informativa de determinados temas encontramos el proceso de “sobre-información”. Ambos como caras de una misma moneda constituyen una forma de desinformar. Numerosos expertos en comunicación, como Ignaico Ramonet, centran gran parte de sus criticas a los medios en este fenómeno de la sobre-información.

La sobre-información se manifiesta de dos formas diferentes:

a) Sobre-información de algunos aspectos de un tema

Informar de manera muy abundante sobre ciertos aspectos de un tema es una forma de marginar otros aspectos a menudo más relevantes, polémicos o esclarecedores. No es que no se informe sobre estos últimos aspectos, sino que se les dedica tan poco espacio comparado con el que se le dedica a otros aspectos que suelen pasar prácticamente desapercibidos para el público general.
Al mismo tiempo cunde la sensación de estar sobradamente informades sobre un tema, de que los medios están cumpliendo su función, cuando en realidad nos sobran anécdotas y carecemos de claves para comprender el acontecimiento. Este es el tipo de sobre-información más común.

Se suele materializar en una avalancha repetitiva de ciertas informaciones, datos e imágenes (a menudo siguiendo una línea sensacionalista, de noticia-espectáculo) sin entrar realmente en el fondo de la cuestión.

Como hemos comentado, paradó-jicamente el exceso de información sobre un tama suele producir un efecto similar a no informar realmente del mismo. Para empezar, un gran volumen de información constante suele obligar a leer superficialmente, es decir, principalmente los titulares y alguna entradilla (asiduamente los más manipulativos dentro de la noticia).

El/la lector/a, no siendo capaz de asimilar tanta información, en gran parte deliberadamente superflua e intrascendente, termina por saturarse del tema tratado. Esto puede conducir a que acabe ignorándolo (si se traspasa cierto umbral de sobre-información) o, más comúnmente, a que acepte sin ningún espíritu crítico la versión de los hechos con la que le bombardean.

Abunda por ejemplo la información sobre los atentados de ETA y su entorno, y las declaraciones de personajes públicos al respecto, pero apenas se informa nada sobre el contexto político y social en Euskadi, sobre la historia reciente del nacionalismo vasco o sobre la estrategia policial represiva. Cientos de páginas de periódico, de horas de televisión y radio, de debates, tertulias y columnas cada día dedicadas al conflicto vasco, y sin embargo la mayoría de la gente ignoramos casi todo sobre el mismo. ¿Qué mejor ejemplo de sobre-información desinformativa?

Otro ejemplo más concreto e ilustrativo extraído de lo acontecido en la Guerra del Golfo: en una encuesta realizada en Denver (Estados Unidos) en febrero del 91 (en plena guerra) el 81% de les encuestades era capaz de responder cuantos misiles se habían lanzado el día anterior pero solo el 2% sabía que las principales razones por las que Irak había invadido Kuwait unos meses antes era debido a las maniobras de las autoridades kuwaitíes para bajar el precio del petróleo (ejemplo sacado del libro: “Ojo con los media!” de Michel Collon). La sobre-información se basa a menudo en informar mucho (y superficialmente) sobre el ¿cómo? (en el caso anterior, como se esta desarrollando la guerra) y en apenas informar sobre el ¿por qué? (por qué se inició realmente esa guerra) ni sobre el contexto del acontecimiento.

b) Sobre-información de temas triviales

Ciertos temas anecdóticos y triviales son objeto de gran atención por parte de los medios, presentándose como de gran importancia. El efecto es el de distraer a la atención pública de otros acontecimientos y realidades mucho más importantes para la vida de las personas y de las sociedades. Se desvía la atención de estos temas y se dirige hacia otros menos conflictivos, o en cualquier caso monos comprometidos para los poderes dominantes: bodas reales, fútbol, amoríos o escándalos en la línea del caso Lewinsky o de la vida y muerte de Lady Di, etc. Con el auge de la telebasura (programas rosas, Reality-shows, etc.) estos temas triviales y anecdóticos han cobrado un protagonismo inusual. Invadiendo incluso las portadas de los periódicos y espacios televisivos de información general.

En el tema de la sobre-información tiene mucho que ver la tremenda concentración mediática actual, es decir que cada vez más medios están en menos manos. Así una empresa multimedia es capaz de difundir un mismo acontecimiento. O una misma versión del mismo. Desde una gran diversidad de medios, desplegando ella sola una auténtica campaña de sobre-información interesada. Como ya señalara uno de los primeros teóricos (y prácticos) de la comunicación social, Göbbels (responsable de la propaganda nazi en la dictadura de Hitler): “La mayor mentira dicha cien veces se convierte en una gran verdad”. La repetición machacona de una información genera credibilidad, y más aún si esta se realiza desde una importante cantidad y variedad de medios. Pues les receptores tienden a creer más una versión de los hechos, o a dar mayor importancia a un tema trivial, cuanto más numerosos y diversos sean los informadores que coinciden en ello, ignorando que en realidad todos pueden pertenecer a la misma empresa.

Una empresa que tenga esas posibilidades puede difundir un hecho o versión des mismo desde una gran variedad de medios, y además extenderse o otros grupos mediáticos por “contagio de actualidad”.

El fenómeno dela sobre-información puede responder a varias causas, según el caso y las circunstancias. A menudo la sobre-información de un tema trivial o de los aspectos triviales de un tema responde a intereses políticos, que tienen sus origen en grupos de poder y de presión y que cuentan con la colaboración activa de los medios de comunicación. No olvidemos que son empresas a menudo controladas por entidades bancarias y otras multinacionales estrechamente relacionadas con los círculos de poder.

A esos intereses políticos suelen sumarse los comerciales, de manera que a menudo resulta complicado distinguir las causas reales de una campaña de sobre-información. Por ejemplo, la difusión de acontecimientos triviales pero propicios al sensacionalismo y al morbo (que incluyan sexo, violencia, gente famosa, etc.) siempre suelen notar un notable aumento de las audiencias o de la compra de prensa. Por otro lado, la dura competencia comercial entre empresas mediáticas suele llevar al “contagio de actualidad”, es decir, que si una empresa logra poner de actualidad un tema, el resto de competidores deberían abordarlo también, so pena de perder audiencia. De esta manera, el bombardeo informativo al que nos somete un grupo empresarial se multiplica cuando los competidores “siguen la corriente para no quedarse atrás”.

Tal vez cada empresa dé una versión propia del acontecer, de acuerdo con sus intereses (o a veces pueden coincidir estos), pero en cualquier caso todos los medios de comunicación están hablando constantemente de lo mismo. El acontecer ya es rabiosa actualidad, la sobre-información está servida.

Un buen ejemplo de cómo detrás de una misma noticia pueden darse tanto intereses políticos como comerciales fue el Caso Lewinsky: las relaciones sexuales adúlteras de un Presidente de Gobierno (sexo, personaje famoso) son difundidas por razones políticas (por parte de la oposición Republicana, para desprestigiarle) con tal intensidad que incluso los medios aliados (pro-Demócratas) se ven obligados a tratar el tema (contagio de actualidad). En nuestro Estado, sin embargo, la tremenda difusión de un caso afecta principalmente a la política interior norteamericana no se explica tanto por intereses políticos como por intereses comerciales: debido al alto contenido morboso del acontecimiento.

Otro ejemplo más cercano fue el caso de las tres chicas secuestradas, violadas y asesinadas en Alcàsser, a finales de 1992. Un acontecimiento sin duda terrible, pero no mucho más que otros miles que cada año se producen en nuestro Estado y que no alcanzan gran trascendencia. El triple crimen de Alcàsser fue sin embargo tan intensamente difundido y explotado por los medios, que en apenas una semana el fenómeno alcanzó cotas de alarma social. El suceso se produjo justo cuando los Reality-shows comenzaban a cobrar gran popularidad en nuestras pantallas, por lo que el origen de esta casi histérica campaña de sobre-información fue básicamente comercial: este tipo de programas encontró en un caso tan cargado de morbo (violencia y sexo) su “bautizo de fuego” con el que lograron unas cuotas de audiencia impresionantes.

Pero enseguida el caso fue retomado por los espacios de información general (prensa diaria y telediarios), en un despliegue de amarillismo periodístico sin precedentes. Posiblemente por razones comerciales: para explotar al máximo una audiencia que los Reality-shows había logrado generar. Pero también por razones políticas, pues la alarma social fue tal que el Gobierno del PSOE, con su Ministro de Interior Corcuera a la cabeza, aprovechó para arremeter contra la judicatura (acusándola de ser demasiado permisiva con los criminales) e introducir, con el apoyo de una opinión pública muy sensibilizada, modificaciones que endurecieron la política de permisos penitenciarios del Nuevo Código Penal en proyecto.

Aunque según muchos jueces tales modificaciones (que respaldaban la línea de Corcuera y de su criticada Ley de Seguridad Ciudadana: “Ley Corcuera”) vulneraban el Estado de Derecho, el PSOE se amparó en “la alarma social” (generada en realidad por los medios) para introducirlas.
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