El Poder de la letra impresa

Hay dos grandes peligros que emergen, uno del macropoder de la prensa y otro de los macropoderes de los periodistas. El primero se mueve en el universo del abuso de poder o de confianza. Ya se sabe. Son como esas circunstancias agravantes de los crímenes: alevosía, noctunirdad, minoridad, sexo, pupilaje, familiaridad… Son circunstancias agravantes como las de azotar al maniatado o increpar al amordazado. Y se concreta en la consolidación de posiciones material e ideológicamente interesadas, con dejación de las posibilidades de defensa de las contrarias; en la conformación de falsos estados de opinión; en lo que Zielinsky llamaba la violación de las masas por la propaganda (maestro Goebbels), sean estas grandes o medias… En cuanto al segundo, refleja todos los trabajos de “fontanería” que consisten en meter “goles” a favor de los amigachos del cubata o de otros orígenes, en esa práctica cicatera, fea y hasta mezquina de jugar en el terreno del hecho consumado. Siempre, por supuesto, en detrimento de terceros que suelen llevar la razón y que justamente por eso se requiere contra ellos de la sorpresa y del método tortuoso. (…)

En cierta ocasión, habiéndome dirigido al entonces Secretario Nacional de la Organización a la que pertenezco (…) al objeto de prevenirle de la conveniencia de oponernos con actos sociales a ciertas maniobras de diversión de un grupo escicionista, me respondió: “no hace falta distraer fuerzas, basta con conocer la infraestructura de la prensa de la región, hacerse con ella y manejarla”. Yo, a pesar de haber estado ya iniciado con lecturas y análisis en el conocimiento de la macroinfluencia informativa, no fui capaz de comprender entonces los mecanismos estratégicos concretos de tamaño operación. Hoy, con alguna mayor experiencia en el tema, ya conozco mejor los medios por los que un mosquito puede dar la impresión de ser un elefante.
José Luis García Rúa, El poder de la letra impresa, 1985
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