Coincidiendo con la revolución industrial en occidente, aparecieron los primeros periódicos y más tarde, las agencias de noticias internacionales, únicamente respaldadas económicamente por grupos de poder político y/o religioso. Obviamente, la información que se ofrecía en los medios de aquella época era sólo la opinión de los sectores sociales dominantes, debido principalmente a la escasa capacidad económica del movimiento revolucionario.
Cuando aparecen las primeras publicaciones contestatarias, la burguesía ya disponía de medios de mayor difusión. Evidentemente, desde las escuelas (religiosas o estatales) se nos educa para aceptar determinados medios y rechazar otros mucho más ilustrativos de la realidad social. Así, progresivamente, llegamos a la actualidad, donde conviven distintos medios: la editorial, la prensa, el cine, la radio, la televisión, Internet, correo electrónico…
Estos medios influyen constantemente a lo largo de la historia dependiendo de la situación en que se encuentre cada región, pero siempre al servicio de los sectores sociales dominantes. Por ejemplo, durante el régimen fascista de Franco, el control absoluto de los medios de comunicación (agencia EFE fundada en 1938 por Serran Suñer, cuñado de Franco; Asociación de la Prensa del Movimiento Nacional, Radio Nacional de España, NO-DO), contribuyó a justificar la dominación establecida por el nacional-catolicismo, consiguiendo que con el paso de las generaciones se acostumbren cada vez más a ser sumisas, al no conocer otra realidad que la oficialmente difundida desde el Estado.
A la llegada de la denominada transición hacia la democracia, nuestra realidad poco ha variado. Por eso hay que definirlo como un proceso de continuidad generacional, puesto que no hubo ruptura con el sistema anterior, sino un lavado de imagen que la mayor parte del mismo régimen tuvo que reconocer como algo imprescindible. Y si bien es cierto que desaparecieron “El Alcázar”, “Arriba”, “NO-DO”… no es menos cierto que quedan intactos muchos periodistas “reciclados”. Como tampoco se puede olvidar el papel tan decisivo de la Iglesia católica, que aunque ahora consiente la existencia de otras organizaciones religiosas y políticas, esto no les preocupa demasiado pues ha aumentado su control en los mass media con nuevas editoriales, e incluso con su participación en la constitución de nuevas emisoras de radio y televisión, tanto del grupo Prisa (léase PSOE), como de Telefónica y los canales de Vía digital (léase Gobierno), como el llamado medio público de RTVE, como los que están al margen (que no quiere decir en contra) de dicho monopolio de la información y que pueden ser considerados casi de marginales a nivel de barrio o ciudad.
¿Son los “mass media” unos defensores de la libertad?
Se suele decir que ya no existen censores como en la época de Franco, “porque vivimos en un Estado de derecho, donde la libertad de expresión es la base del Sistema democrático…”. Lo cierto es que no hacen falta censores si todos los “servicios informativos” de los medios de masas coinciden sobre la manera de difundir algunas noticias, mientras que otras simplemente las ocultan al público receptor. Es el propio periodista el que ejerce como autocensor a la hora de elegir las noticias y la redacción de las mismas, siendo más de provecho, de imagen y de apariencia de libertad para el Sistema esta autolimitación que el papel clásico de un censor. Los medios de comunicación tratan de informar ideologizando a la vez con postulados del Sistema, de entretener a las masas con un ocio-basura y como soporte del consumo y del mercado.
Igualmente, deberíamos plantearnos si los mass media manipulan la opinión pública o si en realidad simplemente la ignoran y hasta dónde llega su influencia. Porque es evidente que la pasividad de toda la gente que consumimos información a través de los mass media no siempre significa aceptación de su contenido. Existen otros medios de transmisión de conocimientos (aunque no sean de masas) que ayudan a plantearnos como mínimo serias dudas sobre afirmaciones tan frecuentes como el asunto de “bandas terroristas” y la policía… o la existencia del paro… “son males eternos sin solución, por lo que debemos confiar en papá Estado”.
Precisamente, el principal problema sigue siendo que unos medios tienen muchísima más credibilidad que otros. Como decía un curioso chiste gráfico de la prensa: “El Papa dice que Dios existe… yo digo que Dios no existe… ambas cosas son indemostrables… ¿Por qué al Papa le hacen más caso que a mí?”.
Y ¿por qué sólo damos credibilidad a los medios de máxima difusión? Los medios de comunicación que no son de masas (radios y revistas antiautoritarias) que desde nuestra autofinanciación nos mantenemos en contra de la versión oficial que se suele dar a cada acontecimiento de la vida, tenemos menos posibilidades de difusión en comparación con los grupos de control económico de los medios de masas. Sin embargo, rechazamos la hipocresía que les caracteriza, por ejemplo, cuando nos dan todo tipo de noticias en torno al fútbol, mientras que ocultan por ejemplo, muchos aspectos cotidianos.
¿Cómo se puede hablar de libertad de expresión, si se nos oculta parte de la realidad? ¿Cómo se puede analizar con libertad la realidad si no se conoce con exactitud? Los pocos programas de investigación o de debate serio tampoco son precisamente el ejemplo de “independencia” y “objetividad” de que tanto presumen. La llamada “objetividad en la información” siempre depende del punto de vista de quien emite y difunde dicha información. Son las luchas entre grupos de poder lo que les obliga a autodefinirse como “independientes”, cuando en realidad quieren decir que no pertenecen a un determinado grupo empresarial, como pueda ser el grupo Zeta, y en realidad pertenecen a otro quizá no tan concocido.
Libertad de opinión conlleva necesariamente a que generación tras generación evolucionemos nuestro conocimiento hacia una sociedad que sea más justa e igualitaria, pues de lo contrario es inexistente un concepto definido de la libertad, dejando paso al “dejo que hagan lo que quieran, si tienen dinero”, causa que motiva tener que escuchar, aunque cada vez sea menos creíble, su discurso.
¿Por qué gran parte de la sociedad cree sin dudar que son los mass media (en su cacareada “democracia), una garantía para defender nuestras “libertades”? ¿Cómo podemos evitar esa mentalidad tan peligrosa que consiente a los mass media en sus responsabilidades de justicia social, mediante los espectáculos de entretenimiento que el “Gran Hermano” nos ofrece (como diría el novelista George Orwell)?
Este control ejercido desde los mass media ha contribuido a la homogeneización de la cultura a escala global, especialmente entre países donde la televisión es un medio muy extendido entre la población. Podemos contemplar cómo se intenta imponer desde Occidente una réplica más o menos lograda de los estilos de vida occidentales, de los patrones de consumo, de los valores y normas de las ideas y creencias. Este neocolonialismo sin duda afianza la aceptación del sistema capitalista, la explotación laboral y cotidiana como algo que debemos asumir como una realidad incuestionable.
Los mass media únicamente se dedican a crear opinión pública. La forma de hacernos oír y acabar con ésta es fomentar medios de comunicación libertarios que surgen por la necesidad reprimida que padecemos de expresarnos e informarnos, ya sea a través de periódicos, radios libres, revistas…
Cuando aparecen las primeras publicaciones contestatarias, la burguesía ya disponía de medios de mayor difusión. Evidentemente, desde las escuelas (religiosas o estatales) se nos educa para aceptar determinados medios y rechazar otros mucho más ilustrativos de la realidad social. Así, progresivamente, llegamos a la actualidad, donde conviven distintos medios: la editorial, la prensa, el cine, la radio, la televisión, Internet, correo electrónico…
Estos medios influyen constantemente a lo largo de la historia dependiendo de la situación en que se encuentre cada región, pero siempre al servicio de los sectores sociales dominantes. Por ejemplo, durante el régimen fascista de Franco, el control absoluto de los medios de comunicación (agencia EFE fundada en 1938 por Serran Suñer, cuñado de Franco; Asociación de la Prensa del Movimiento Nacional, Radio Nacional de España, NO-DO), contribuyó a justificar la dominación establecida por el nacional-catolicismo, consiguiendo que con el paso de las generaciones se acostumbren cada vez más a ser sumisas, al no conocer otra realidad que la oficialmente difundida desde el Estado.
A la llegada de la denominada transición hacia la democracia, nuestra realidad poco ha variado. Por eso hay que definirlo como un proceso de continuidad generacional, puesto que no hubo ruptura con el sistema anterior, sino un lavado de imagen que la mayor parte del mismo régimen tuvo que reconocer como algo imprescindible. Y si bien es cierto que desaparecieron “El Alcázar”, “Arriba”, “NO-DO”… no es menos cierto que quedan intactos muchos periodistas “reciclados”. Como tampoco se puede olvidar el papel tan decisivo de la Iglesia católica, que aunque ahora consiente la existencia de otras organizaciones religiosas y políticas, esto no les preocupa demasiado pues ha aumentado su control en los mass media con nuevas editoriales, e incluso con su participación en la constitución de nuevas emisoras de radio y televisión, tanto del grupo Prisa (léase PSOE), como de Telefónica y los canales de Vía digital (léase Gobierno), como el llamado medio público de RTVE, como los que están al margen (que no quiere decir en contra) de dicho monopolio de la información y que pueden ser considerados casi de marginales a nivel de barrio o ciudad.
¿Son los “mass media” unos defensores de la libertad?
Se suele decir que ya no existen censores como en la época de Franco, “porque vivimos en un Estado de derecho, donde la libertad de expresión es la base del Sistema democrático…”. Lo cierto es que no hacen falta censores si todos los “servicios informativos” de los medios de masas coinciden sobre la manera de difundir algunas noticias, mientras que otras simplemente las ocultan al público receptor. Es el propio periodista el que ejerce como autocensor a la hora de elegir las noticias y la redacción de las mismas, siendo más de provecho, de imagen y de apariencia de libertad para el Sistema esta autolimitación que el papel clásico de un censor. Los medios de comunicación tratan de informar ideologizando a la vez con postulados del Sistema, de entretener a las masas con un ocio-basura y como soporte del consumo y del mercado.
Igualmente, deberíamos plantearnos si los mass media manipulan la opinión pública o si en realidad simplemente la ignoran y hasta dónde llega su influencia. Porque es evidente que la pasividad de toda la gente que consumimos información a través de los mass media no siempre significa aceptación de su contenido. Existen otros medios de transmisión de conocimientos (aunque no sean de masas) que ayudan a plantearnos como mínimo serias dudas sobre afirmaciones tan frecuentes como el asunto de “bandas terroristas” y la policía… o la existencia del paro… “son males eternos sin solución, por lo que debemos confiar en papá Estado”.
Precisamente, el principal problema sigue siendo que unos medios tienen muchísima más credibilidad que otros. Como decía un curioso chiste gráfico de la prensa: “El Papa dice que Dios existe… yo digo que Dios no existe… ambas cosas son indemostrables… ¿Por qué al Papa le hacen más caso que a mí?”.
Y ¿por qué sólo damos credibilidad a los medios de máxima difusión? Los medios de comunicación que no son de masas (radios y revistas antiautoritarias) que desde nuestra autofinanciación nos mantenemos en contra de la versión oficial que se suele dar a cada acontecimiento de la vida, tenemos menos posibilidades de difusión en comparación con los grupos de control económico de los medios de masas. Sin embargo, rechazamos la hipocresía que les caracteriza, por ejemplo, cuando nos dan todo tipo de noticias en torno al fútbol, mientras que ocultan por ejemplo, muchos aspectos cotidianos.
¿Cómo se puede hablar de libertad de expresión, si se nos oculta parte de la realidad? ¿Cómo se puede analizar con libertad la realidad si no se conoce con exactitud? Los pocos programas de investigación o de debate serio tampoco son precisamente el ejemplo de “independencia” y “objetividad” de que tanto presumen. La llamada “objetividad en la información” siempre depende del punto de vista de quien emite y difunde dicha información. Son las luchas entre grupos de poder lo que les obliga a autodefinirse como “independientes”, cuando en realidad quieren decir que no pertenecen a un determinado grupo empresarial, como pueda ser el grupo Zeta, y en realidad pertenecen a otro quizá no tan concocido.
Libertad de opinión conlleva necesariamente a que generación tras generación evolucionemos nuestro conocimiento hacia una sociedad que sea más justa e igualitaria, pues de lo contrario es inexistente un concepto definido de la libertad, dejando paso al “dejo que hagan lo que quieran, si tienen dinero”, causa que motiva tener que escuchar, aunque cada vez sea menos creíble, su discurso.
¿Por qué gran parte de la sociedad cree sin dudar que son los mass media (en su cacareada “democracia), una garantía para defender nuestras “libertades”? ¿Cómo podemos evitar esa mentalidad tan peligrosa que consiente a los mass media en sus responsabilidades de justicia social, mediante los espectáculos de entretenimiento que el “Gran Hermano” nos ofrece (como diría el novelista George Orwell)?
Este control ejercido desde los mass media ha contribuido a la homogeneización de la cultura a escala global, especialmente entre países donde la televisión es un medio muy extendido entre la población. Podemos contemplar cómo se intenta imponer desde Occidente una réplica más o menos lograda de los estilos de vida occidentales, de los patrones de consumo, de los valores y normas de las ideas y creencias. Este neocolonialismo sin duda afianza la aceptación del sistema capitalista, la explotación laboral y cotidiana como algo que debemos asumir como una realidad incuestionable.
Los mass media únicamente se dedican a crear opinión pública. La forma de hacernos oír y acabar con ésta es fomentar medios de comunicación libertarios que surgen por la necesidad reprimida que padecemos de expresarnos e informarnos, ya sea a través de periódicos, radios libres, revistas…
Extraído de “Afilando nuestras vidas. Reflexiones Anárquicas”