Sobre las Ilegalizaciones de Partidos "Obreros": Cómo distraerse de la verdadera lucha revolucionaria


No hace demasiados años los medios de comunicación nos informaban de la ilegalización de Batasuna, partido político independentista vasco. Ya por aquél entonces fueron muchas las voces que se alzaron en contra de lo que supuestamente atentaba contra los derechos más fundamentales de la democracia. Mayor énfasis si cabe se realizó entre los medios considerados “obreristas”, desde todas las posiciones ideológicas que se reclaman como tales, entre ellas, una parte del movimiento obrero libertario. Desde entonces, bajo la excusa de una colaboración con la izquierda abertzale que legitima la lucha armada de ETA, se han venido ilegalizando todas aquellas formaciones que de alguna manera guardaban relación con la original Batasuna*.

La última noticia que ha salido a la luz ha sido ha sido la anulación de la candidatura del partido Izquierda Internacionalista – Solidaridad de los Pueblos a las elecciones al parlamento europeo. Para ello, se argumenta una supuesta relación con el terrorismo abertzale vasco a través de una de las personas que encabezan la citada lista electoral.

De nuevo esta vez, muchas han sido las reacciones entre las Organizaciones obreras, generalmente criticando esta anulación, tachando al Estado de represor, a la democracia de dictadura, y reivindicando una supuesta lucha anticapitalista “real”, la cual, en la mayoría de los casos, se entiende equivalente a la lucha que este partido político plantea en sus postulados.

La diferencia en esta ocasión, es que II-SP no es un partido nacionalista vasco. Se reclama anticapitalista, y está formado por varias agrupaciones, algunas de las cuales provienen de escisiones de IU. Según elles mismes, se desmarcan del resto de los partidos políticos en cuanto a que plantean una lucha más radical, transformadora, adquiriendo un discurso de clase marxista.

Atendiendo a una especial concepción de la militancia, la “democracia militante”, en las que las acciones y luchas de siempre (reparto de propaganda, pegada de carteles, manifestaciones, huelgas u okupaciones) se conforman en vez de cómo métodos de lucha, como formas de propaganda política, estableciendo así al parlamento como la única vía de “cambio”. De esta forma no sólo se monopoliza la “lucha” si no que además se vacía de contenido a las luchas reales.

Quizás por aquello de plantear una lucha más “radical”, II-SP se ha ganado la simpatía de organizaciones obreras que tradicionalmente se alejaban del parlamentarismo, así como ha tenido foro en numerosos (sino en todos), medios de contra-información, tales como “La Haine”, “A las barricadas”, “Diagonal”...

Quizás por ello, una vez conocida su anulación para las listas electorales europeas, algunos elementos auto-proclamados libertarios han entrado en el juego de alarmarse frente a tales maniobras, poniendo el grito en el cielo y llegando incluso a identificarse con el partido político de alguna manera. Las diferencias vendrían en que estes “anarquistas” no participan ni participarían en el sistema político parlamentario para llevar a cabo una supuesta lucha revolucionaria.

Pero, ¿es que acaso II-SP tiene alguna pretensión revolucionaria? No nos engañemos. Es un partido político de corte marxista, luego su pretensión es alcanzar cotas de poder desde las cuales desarrollar su política. Hasta ahora, alguna de las agrupaciones que la forman, como Corriente Roja, no habían optado por el parlamentarismo, pero ello no significa que no hubiesen optado por el poder político.

Pese a las formas que usaran, su fin era igualmente dañino. Esto es, la desmovilización del proletariado, la creación de una fe ciega en les polítiques de turno; el inculcar que por nosotres mismes no somos capaces de hacer nada: que la única forma posible de decidir es a través de la delegación en les “profesionales”. Cuando la lucha del anarquismo siempre ha sido otra: la de poner toda su confianza en el propio individuo, porque éste es capaz de cambiar la realidad que le ha tocado vivir.

La política que partidos como éste llevan a cabo se basan en la manipulación de la clase trabajadora. Es más, con un supuesto planteamiento radical, pretenden arrastrar a todes aquelles trabajadores que, alejades de los partidos políticos tradicionales, se declaran contraries al sistema capitalista. Recuperan un viejo discurso en el que supuestamente se plantea una alternativa “realista bajo los tiempos que corren”, por oposición a la alternativa que plantea el anarquismo, la cual no dejaría de ser “demasiado idealista”. Pero no es un malentendido realismo lo que nos diferencia, sino la posición acerca del poder político: elles lo quieren conquistar, nosotres lo queremos destruir.

Son tantas y tan enormes las diferencias entre la lucha anarquista y las pretensiones de este tipo de partidos políticos, que podríamos afirmar con toda seguridad que no formamos parte, en absoluto, del mismo movimiento. Si, de hecho, no les consideramos enemigues nuestres es sólo porque no han logrado aún determinado grado de influencia dentro del sistema, pero que nadie dude que estarán en la barricada de enfrente en el momento que alcancen cotas de representatividad, por mucho que ahora se intenten amigar con nosotres. Son polítiques, no trabajadores.

Por todo ello, creemos que la percepción de la importancia que conlleva su ilegalización, está, en muchos casos, equivocada. No se trata más que de una maniobra, tanto del régimen como de esos propios partidos. Maniobras represivas que luego precisamente estos partidos no dudarán en poner en marcha, los casos represivos surgidos desde el “izquierdismo más o menos radical” se han venido dando durante toda su historia, porque el hecho de la represión es inherente al autoritarismo que a toda organización política rodea; casos como los acontecidos en manifestaciones “antifascistas” en León, la represión a la Revuelta en Grecia o los intentos de desmovilización a movimientos sociales por parte de Ayuntamientos de Izquierda Unida no son casos puntuales sino la tónica general del vanguardismo.

No nos interesa si por la vía parlamentaria es posible obtener o no representación política, no nos interesa argumentar sobre la posibilidad o imposibilidad de que el sistema nos dejara integrarnos o no en él. Simplemente no queremos hacerlo, nos dejen o no nos dejen, somos nosotros los que nos oponemos de raíz.

Es posible que, de alguna manera, el discurso de II-SP salga ganando con todo esto. De hecho, cuestiones como ésta desenmascaran sólo parcialmente nuestro régimen democrático. No lo cuestionan de fondo, sino sólo en las formas, por lo que una mera reforma del mismo régimen puede valer para adaptarlo, sin necesidad de tocar todas las estructuras. “Otra democracia es posible”, es, a fin de cuentas, lo que partidos como éste nos dan a entender.

Y es que es una táctica del juego democrático, “el dar lo malo conocido como lo bueno conseguido”. En momentos en los que la participación electoral es escasa (en las anteriores elecciones europeas hubo cerca de un 60% de abstención) es interesante el agitar el tinglado, aunque sólo sea de manera ficticia.

El hecho de ilegalizar partidos sin apenas representación busca dos objetivos inmediatos: primero el movilizar a gran parte de la “izquierda” o de todos aquellos que no confían en los partidos; segundo desvirtuar los objetivos inmediatos de muchas organizaciones; acercándolos más a los objetivos parlamentarios al alejar virtualmente el juego político; si el parlamento se vuelve más reaccionario, el movimiento extraparlamentario se mueve con él (porque en realidad es una parte integrante del mismo), tornando así más reaccionario su mensaje (creer en un Parlamento sin ilegalizaciones). Es por ello necesario, que la lucha del proletariado sea siempre ajena a la “lucha” de la clase política.

Sin embargo, algunos pensamos que “otra democracia” no nos sirve, igual que no nos sirve ésta. Por ello, pensamos que debemos permanecer ajenos a los conflictos entre polítiques, pues ni somos ni queremos ser polítiques. Sabemos que mantienen una pelea constante entre elles para que entremos en su juego posicionándonos dentro de su política, para que, al final, el mismo sistema gane siempre. Y el mismo sistema no es otro que el de los privilegios y las miserias, el de les explotadores y les explotades; llámese capitalismo, comunismo, fascismo, monarquía o república.

La anulación de las listas de II-SP al parlamento europeo no es más que una maniobra del sistema, del mismo sistema que este partido legitima con sus principios y sus medios. Es una forma de marear a los sectores más radicales del movimiento obrero para que desenfoque a les enemigues y a les compañeres, integrándolos a todes en la lucha por un detestable poder político. Es una manera de que planteamientos verdaderamente revolucionarios, como los del anarquismo, pierdan influencia.

La verdadera lucha política la da sólo el anarquismo, por perseguir la liberación de todas las personas con unos medios coherentes con sus fines. Y estos medios hacen que sólo sea posible tener compañeres en la base, no en posiciones privilegiadas. Por ello, nunca nos podremos encontrar en la lucha con los miembros de un partido político, simplemente, por que nuestra lucha es otra.
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