En respuesta al editorial aparecido en la revista “Autogestión”, diciembre 08-enero 09, bajo el título “Aborto y capitalismo”, vemos necesario aportar a las siguientes afirmaciones:
“Estamos convencidos de que el aborto (…) supone considerar al propio hijo como una propiedad más de la que me puedo deshacer”
Cualquiera de las relaciones padres-hijo parte de una idea de posesión de éste. La proposición “voy a tener un hijo” lo deja evidente; sin profundizar demasiado en la fraseología lingüística, en todas las proposiciones de este tipo, el sujeto siempre son los padres y nunca el hijo.
Es decir, la consideración de propiedad del hijo parte tanto de la decisión de no tenerlo, una vez la mujer está embarazada, como de la decisión de tenerlo sin estar ésta embarazada. También es necesario destacar, una vez más, la importancia de que el momento en que se puede empezar a considerar al feto como un ser sintiente son las veintidós semanas, momento en que empieza a desarrollar el sistema nervioso central.
En cualquier caso, si detener la potencialidad del parto fuera un crimen, no deberían estar menos mal vistos los curas y las monjas que las mujeres que abortan.
“El aborto y el capitalismo forman un binomio antropológico inseparable que considera al ser humano como cosa, como instrumento, como simple material biológico”
Creemos que debemos empezar aclarando el punto del que se parte; consideramos erróneo encuadrar una práctica quirúrgica axiomáticamente al capitalismo. Entendemos, o podríamos entender, el aborto fuera del Sistema capitalista. Es más, podríamos a llegar a defender que la no posibilidad de aborto, la no capacidad de decisión de una madre se encuadraría más dentro de los muchos determinismos que dentro de las posibilidades de decisión que nos acercarían más a una sociedad libertaria[1].
El hecho de negar y criminalizar el aborto sólo es un hecho autoritario, porque invade la autonomía de cada persona y parte, en la mayoría de las ocasiones, de individuos que no tienen esa capacidad de decisión. Es decir, si el hecho de abortar se pretende criminalizar (aún cuando no estamos hablando de una vida humana) también debería criminalizarse a todes aquelles que conscientemente no desean tener hijos; una cuestión absurda. Es, reafirmándonos en lo antes expresado, una forma de atenerse al “determinismo de la naturaleza”: nacer, crecer, reproducirse y morir; sin importarnos, tan siquiera la forma en que se hace. Es negar la capacidad de los individuos para transformar, decidir, cambiar, en definitiva, la sociedad que nos ha tocado vivir.
Estas ideas, parten de cuestiones de fe y de sumisión, de entregar la capacidad de los individuos a la abstracta idea de Dios; que se reproducen en muchas ideologías. Para nosotres, someternos a una abstracción es una de las raíces de las sociedades jerárquicas. Parten de vulnerar esa autonomía individual, de intentar adoctrinar a los individuos en su falta de capacidad de decisión, de inculcarles, en definitiva, que no son dueños, ni tan siquiera, de sus cuerpos y de sus vidas. Que la decisión de abortar no les corresponde a ellos. (Para profundizar sobre esta cuestión, recomendamos consultar el Número 3 de Germinal Libertario; artículo Feminismo o Individualismo).
Creemos que es interesante el generar debates sobre estos temas, pero, como todo, sin evitar caer en abstracciones, en caer en una especie de vanguardismo que deje a las propias afectadas sin ninguna capacidad de decisión. No consideramos acertado el equiparar el aborto a una decisión irracional, sino que presuponemos que el aborto parte de una reflexión de la madre, de la no consideración del futuro niño como un objeto sino como un ser pensante y sensible, que le hace decidir no continuar con el embarazo para no traer al niño a un mundo de miseria (por las razones que sean, malformación pobreza, peligrosidad elevada…).
Estas cuestiones se nos asemejan al debate generado por la “píldora del día después”; aunque vemos necesario una mayor información sobre este asunto (el debate sobre el uso de medicamentos es mucho más largo, pero recomendamos la lectura del artículo , tampoco queremos que el que una chica tome o no la píldora dependa de la decisión del médico (no nos referimos a que éste impida que la tome por razones objetivas de salud, como un embarazo, sino a cuestiones “éticas” del profesional), tampoco nos gusta ver como muchas veces las pacientes se tienen que someter a un examen riguroso y a un tratamiento paternalista.
Queremos que la “vanguardia” eclesiástica y social nos deje de considerar como unes ignorantes descerebrades, que deje de decidir por nosotres y que traspase ya sus trasnochados conceptos de “moralidad” y “fe”. Queremos decidir por nosotres mismes.
“Estamos convencidos de que el aborto (…) supone considerar al propio hijo como una propiedad más de la que me puedo deshacer”
Cualquiera de las relaciones padres-hijo parte de una idea de posesión de éste. La proposición “voy a tener un hijo” lo deja evidente; sin profundizar demasiado en la fraseología lingüística, en todas las proposiciones de este tipo, el sujeto siempre son los padres y nunca el hijo.
Es decir, la consideración de propiedad del hijo parte tanto de la decisión de no tenerlo, una vez la mujer está embarazada, como de la decisión de tenerlo sin estar ésta embarazada. También es necesario destacar, una vez más, la importancia de que el momento en que se puede empezar a considerar al feto como un ser sintiente son las veintidós semanas, momento en que empieza a desarrollar el sistema nervioso central.
En cualquier caso, si detener la potencialidad del parto fuera un crimen, no deberían estar menos mal vistos los curas y las monjas que las mujeres que abortan.
“El aborto y el capitalismo forman un binomio antropológico inseparable que considera al ser humano como cosa, como instrumento, como simple material biológico”
Creemos que debemos empezar aclarando el punto del que se parte; consideramos erróneo encuadrar una práctica quirúrgica axiomáticamente al capitalismo. Entendemos, o podríamos entender, el aborto fuera del Sistema capitalista. Es más, podríamos a llegar a defender que la no posibilidad de aborto, la no capacidad de decisión de una madre se encuadraría más dentro de los muchos determinismos que dentro de las posibilidades de decisión que nos acercarían más a una sociedad libertaria[1].
El hecho de negar y criminalizar el aborto sólo es un hecho autoritario, porque invade la autonomía de cada persona y parte, en la mayoría de las ocasiones, de individuos que no tienen esa capacidad de decisión. Es decir, si el hecho de abortar se pretende criminalizar (aún cuando no estamos hablando de una vida humana) también debería criminalizarse a todes aquelles que conscientemente no desean tener hijos; una cuestión absurda. Es, reafirmándonos en lo antes expresado, una forma de atenerse al “determinismo de la naturaleza”: nacer, crecer, reproducirse y morir; sin importarnos, tan siquiera la forma en que se hace. Es negar la capacidad de los individuos para transformar, decidir, cambiar, en definitiva, la sociedad que nos ha tocado vivir.
Estas ideas, parten de cuestiones de fe y de sumisión, de entregar la capacidad de los individuos a la abstracta idea de Dios; que se reproducen en muchas ideologías. Para nosotres, someternos a una abstracción es una de las raíces de las sociedades jerárquicas. Parten de vulnerar esa autonomía individual, de intentar adoctrinar a los individuos en su falta de capacidad de decisión, de inculcarles, en definitiva, que no son dueños, ni tan siquiera, de sus cuerpos y de sus vidas. Que la decisión de abortar no les corresponde a ellos. (Para profundizar sobre esta cuestión, recomendamos consultar el Número 3 de Germinal Libertario; artículo Feminismo o Individualismo).
Creemos que es interesante el generar debates sobre estos temas, pero, como todo, sin evitar caer en abstracciones, en caer en una especie de vanguardismo que deje a las propias afectadas sin ninguna capacidad de decisión. No consideramos acertado el equiparar el aborto a una decisión irracional, sino que presuponemos que el aborto parte de una reflexión de la madre, de la no consideración del futuro niño como un objeto sino como un ser pensante y sensible, que le hace decidir no continuar con el embarazo para no traer al niño a un mundo de miseria (por las razones que sean, malformación pobreza, peligrosidad elevada…).
Estas cuestiones se nos asemejan al debate generado por la “píldora del día después”; aunque vemos necesario una mayor información sobre este asunto (el debate sobre el uso de medicamentos es mucho más largo, pero recomendamos la lectura del artículo , tampoco queremos que el que una chica tome o no la píldora dependa de la decisión del médico (no nos referimos a que éste impida que la tome por razones objetivas de salud, como un embarazo, sino a cuestiones “éticas” del profesional), tampoco nos gusta ver como muchas veces las pacientes se tienen que someter a un examen riguroso y a un tratamiento paternalista.
Queremos que la “vanguardia” eclesiástica y social nos deje de considerar como unes ignorantes descerebrades, que deje de decidir por nosotres y que traspase ya sus trasnochados conceptos de “moralidad” y “fe”. Queremos decidir por nosotres mismes.
Juventudes Anarquistas de León (FIJA)
[1] “Las teorías fatalistas o deterministas son una muestra del pensamiento absolutista o jerárquico. Éstas son incompatibles con una verdadera concepción general materialista. Es importante comprender que, según el punto de vista materialista, entre el libre arbitrio y el determinismo, como entre el espíritu y la materia, no existe una oposición absoluta. El pensamiento materialista no funciona con categorías absolutas. Aunque los materialistas explican la existencia del espíritu y de la voluntad por el movimiento de la materia, aunque no consideran a éstos como entidades metafísicas, como algo que puede ser disociable de la materia, el materialismo no es un determinismo en el sentido absoluto del término. Correspondiendo a una visión antijerárquica de la realidad, el materialismo encara la voluntad humana como siendo también una fuerza relativamente autónoma y auto-activa. Contrariamente a Hegel, de acuerdo con el cual las partes son determinadas por el todo, los materialistas no encaran la voluntad humana como una fuerza totalmente dependiente o subordinada y, consecuentemente, le atribuyen un papel relevante en la historia”. J. Oliveira, Acerca de uma análise de Cappelletti sobre Kropotkine.