Editorial

Cuando estamos en un nuevo aniversario de la Revolución Social de 1936, nosotres tenemos cada vez más claro que las ideas que tomaron forma en aquel proceso revolucionario siguen tomando, momento a momento, mayor vigencia.

Aquelles que están convecides de que el anarquismo es sólo un recuerdo, caen desde nuestro punto de vista en un error. En un momento en que muchos pretenden hacer de la historia y de la ideología que la construyó un monumento, nosotres tenemos claro que el anarquismo no tiene su fuerza en su pasado sino que lo mejor de éste está aún por llegar.

No podemos obviar que la base de un crecimiento está en un trabajo constante, pero sobre todo coherente. Nosotres, que ponemos en el individuo la capacidad de transformar la sociedad que le rodea, no podemos soslayarar el compromiso que libremente hemos adquirido; y si bien las circunstancias hayan cambiado (aunque nosotres creemos que no lo han hecho tanto) no debería cambiar la actitud de les militantes anarquistas para afrontarlas.
El monumento del anarquismo es una obra que no deja de construirse, y el mejor homenaje a nuestres compañeres antepasades es construir ese mismo monumento; construir a los constructores se nos antoja como una pescadilla que se muerde la cola, un producto de la sociedad del espectáculo que nos va alejando progresivamente de nuestra finalidad.
No hay mayor error que el colocar a les compañeres en los tronos que elles mismes pretendían destruir. No hay mayor fatalidad que considerarles más de lo que fueron, considerarles diferentes a todes aquelles que hoy estamos en su misma posición para obviar así el deber que hemos adquirido.
Si es cierto que algunes miserables pretenden prostituir la historia del Movimiento Libertario para sus propios fines, no lo es menos que debemos tener muchísimo cuidado para no terminar nosotres, sin querer, haciendo lo mismo: degradar el anarquismo a través de su historia, romperlo, quitarle su rasgo principal: su esencia de presente como construcción del mañana libertario.
Pero eso sí, ante todo, no hagamos de la historia un olvido; porque ese olvido es el perdón de les miserables.
Salud y Anarquía
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