Víctor García (Tomás Germinal Gracia es su verdadero nombre), compañero militante de las JJLL desde su más tierna infancia, recorrió durante su vida gran parte de los territorios repartidos por el globo, estudiando en ellos las luchas y movimientos sociales que actuaban en cada lugar. En cada uno de los sitios que visitó, nuestro compañero trató de descubrir en la gente un atisbo del carácter libertario de todas y cada una de las personas que habitan en nuestro planeta. En todos los territorios en los que hay vida humana, hay ganas de libertad, porque es la naturaleza del ser humano la que hace desear esta libertad. En España, Francia, África, Méjico, Japón, Corea, Israel…hay personas que se atreven a sacar las ansias de emancipación que cada une de nosotres tenemos dentro del cuerpo. Víctor García demuestra con su obra que el internacionalismo del que hacemos gala les anarquistas, además de ser una máxima lógica y natural, es factible, puesto que el ideal libertario crece en cualquier lugar donde crezca la vida humana.
Una de las etapas más interesantes de la vida de este compañero transcurrió en Japón, lugar en el que las ideas libertarias penetraron con fuerza con el aperturismo hacia occidente. Pero “el espíritu rebelde ha estado siempre en el espíritu de los oprimidos” , y desde la fundación del Imperio Nipón en el año 660 antes de nuestra era, hombres y mujeres se han opuesto a las ansias de poder de los gobernantes, y han tratado de organizar sus vidas de manera colectiva. Haremos un repaso de la obra literaria de Víctor García titulada “Museihushugi. El anarquismo japonés”, y compararemos de manera crítica la evolución del anarquismo en Europa y en el Japón, para tratar de sacar alguna conclusión que nos lleve a, en el futuro, adaptar las tácticas empleadas para alcanzar nuestro deseo de llevar el comunismo libertario a cualquier lugar del mundo.
Un territorio como el Japón es poseedor de una historia extensa y rica en eventos. Su evolución ha venido marcada por la opresión a la que se han visto sometidos los habitantes de esta zona, cambiante entre el imperialismo autoritario y la falsa democracia impuesta por los gobernantes norteamericanos. Sus fronteras han cambiado con el paso del tiempo, estirándose y encogiéndose según se sucedían las victorias y derrotas militares, que acababan con la vida de personas que nada se jugaban en los conflictos armados, la clase trabajadora.
La figura de los emperadores pasó a ser muy pronto una cabeza visible a la que obedecer, pero el poder real lo ostentaban las familias poderosas, que iban sucediéndose en luchas que no podía controlar el Mikado (emperador japonés). Como en la actualidad, una persona es utilizada de marioneta para distraer la atención de los verdaderos causantes de la esclavitud humana. Los Fujiwara fueron la primera familia con gran poder en el Japón (hasta 1185), a la que le sucedió la casta de Minamoto Yoritomo, que toma el título de shogun o generalísimo. Los siguientes en acceder al poder de manera violenta fueron los Hojo (1200-1333), a los que le sucedieron los Ashikaga (1338-1573), el jefe guerrero Nobunaga (muerto en 1582) y Toyotomi Hideyoshi (uno de los más sangrientos generales).
La siguiente etapa imperial del Japón, marcada por el shogunato de los Tokugawas, se distinguió por el aislamiento al que se vio sometida la península. Debido en parte al férreo régimen impuesto por los emperadores, el cristianismo llegó al Japón para quedarse. El duelo entre dos religiones, la budista y la cristiana, sólo trajo muerte y destrucción para el pueblo. Con la llegada de los Tokugawas se declaró la religión cristiana falsa y podrida, y se obligó a los cristianos a abjurar; si no lo hacían se convertían en esclavos. Japón no supo llevar a su terreno la religión cristiana, puesto que tal y como lo demostró en otros lugares del planeta, la única forma de imponer el cristianismo eran las armas y la fuerza. Por tanto, los Tokugawas enviaron a morir a muchas personas para atacar a un fantasma que habría desaparecido por su propio pie, tal y como pasará con todas las religiones existentes hoy en día. Por otra parte, los comerciantes holandeses fueron los únicos que se quedaron para monopolizar el mercado nipón, pero el trato dado por el imperio japonés no fue el esperado por los marineros. Como anécdota suscribimos las palabras de Víctor García, que nos cuenta en su obra cómo a los holandeses se les obligaba a bailar y a imitar a los marineros borrachos , y éstos aceptaban con tal de hacer negocios en el imperio nipón.
La evolución del Japón no fue a la par que la evolución de los países cercanos. En el siglo VI, cuando el imperio Japonés no había nacido aún, en China la imprenta ya se había inventado, y ya hacía un milenio que se usaba el arado. Los grandes pensadores chinos Confucio y Lao Tsé, intervinieron en la evolución de este país, y sirvieron a sus vecinos para racionalizar los sistemas administrativos de las tierras cultivables japonesas. Este atraso en la técnica propició, en parte, que el imperio japonés cayera en su guerra contra los Estados Unidos, cuyas tropas, comandadas por el almirante Perry, abrieron los puertos japoneses en 1853, acabando con la etapa de oscurantismo.
Las reformas impuestas por los Estados Unidos incluyeron la abolición de las castas, pero la reforma Meiji no consiguió, puesto que no interesaba demasiado, acabar con los poderes locales, representados en la Daimyos, los cuales se convirtieron en poderosos terratenientes. Los nombres de las clases quedaron abolidos, pero la situación no cambió. En 1973 se declara la primera crisis, y surge con fuerza el Estado Japonés, que trata de centralizar sus poderes y acaparar los diezmos y tasas locales. La consigna: Fokoku Kyohei (País rico, ejército fuerte) .
Como todo Estado, totalitario o no, la guerra fue la solución a la crisis que comenzaba a sufrir el Japón. En 1894 fue China, y diez años más tarde fue Rusia. El poder del imperio aumentó de manera considerable, y la adhesión de territorios al Japón fue la tónica general de los años siguientes. Con la sangre de los obreros conquistaron territorios, tal y como hacen hoy todos y cada uno de los ejércitos existentes en la Tierra. A pesar de todo el poder acumulado por Japón, en 1945, con el final de la Segunda Guerra Mundial, el imperio perdió todo su potencial militar, por ordenamiento directo de los vencedores de la contienda, los gobernantes estadounidenses. Esta imposición marcará el futuro de las fuerzas represivas en el Estado japonés, ya que se vieron suprimidos los Ministerios de Marina y Ejército, con lo que en un principio, Japón quedaba indefensa ante los ataques de los países cercanos, ansiosos de controlar el territorio que antes les tuvo sometidos.
La evolución del imperio nipón es exactamente la misma que la de cualquier país occidental. Las diferencias son temporales, pero la base del Estado japonés creado tras la primera gran crisis, es la misma que la del resto de Estados del planeta. La centralización del poder en manos de unos pocos, y la creación de un ejército fuertemente armado, son factores clave en la evolución elegida por los grandes terratenientes, que sucedieron a los señores feudales. En el caso del Japón fueron las castas como los Tokugawas las que decidieron dar ese paso. Como en muchos territorios del planeta, los “dueños y señores” deseaban tomar en su poder tantas tierras como les fuera posible, enviando a la muerte a tantas personas como hiciera falta. Paradójicamente, la desmilitarización del Japón no supuso el ataque de las fuerzas militares de otros países, lo que da muestras de que los ejércitos solamente sirven para conquistar territorios, y para reprimir revueltas sociales en el interior de los países.
Gran parte de la alimentación del Japón se ha basado desde tiempos remotos en el cultivo de arroz. Las personas que cultivaban estos campos lo hacían de manera colectiva. La proporción cultivada por cada una de las familias encargadas del cultivo de cada arrozal se llamó myoden . En paralelo se comenzaban a formar los shoen, que eran las tierras de las que se hacían dueños los aristócratas y sacerdotes. La evolución de los usos de estas tierras es exactamente la misma que en tierras occidentales. La anexión de tierras a los ricos y poderosos, y la protección que tenían que demandar los myoden ante el ataque de elementos violentos mandados por los shoen, hicieron perder terreno a las tierras cultivadas en régimen colectivo, para pasar a formar parte de la clase que sustentaba el poder económico. La propiedad privada estaba inventada, exactamente igual que en Occidente. La propiedad privada es un robo a todas luces.
La utilización colectiva de los terrenos agrícolas nos da una muestra de que el apoyo mutuo, propio del pensamiento libertario, es necesario para que la humanidad evolucione. Quizá en el Japón, según nos cuenta nuestro compañero Víctor García, la poca resistencia opuesta por la población, aceleró el proceso. No obstante, no debemos pensar que les compañeres japoneses no han luchado por librarse del yugo feudal y del shogunato de turno. En la época de los Tokugawas se produjeron cerca de 1700 revueltas, casi todas campesinas y relacionadas con el precio del arroz. La escasez de alimentos ha sido siempre un detonante de revueltas sociales. En España, en la etapa de finales del siglo XIX y principios del XX, se sucedían revueltas tanto en el campo como en la ciudad, por este mismo motivo. En concreto, en Andalucía en el año 1873, empezó a dejarse sentir una potente agitación campesina, para tratar de remediar el hambre de la población . La inanición puede ser un elemento detonante de protestas, pero cuando observamos la situación actual (la que nos muestran) en algunos países africanos, e incluso dentro de las propias fronteras del Estado español, nos damos cuenta de que hace falta algo más para que la población tome cartas en el asunto.
En paralelo a las luchas en campos y ciudades, las peleas internas por alcanzar mayores cotas de poder eran, son y serán la tónica general de las clases dominantes. Solamente en momentos puntuales y concretos pueden llegar a aliarse para hacer frente al poder popular. Es importante que seamos conscientes de ello, para poder enfrentarnos con garantías de lograr acabar con sus estructuras de dominación.
Bakunin, Proudhon, Godwin, Fanelli, Durruti…son nombres propios que destacan en la literatura anarquista de finales del siglo XIX y principios del XX. Su destacada militancia, sus elaboradas teorías y reflexiones y su actividad diaria, les convierten sin querer en símbolos del anarquismo. Sus ideales aún siguen vigentes, y su recuerdo perdura en todes les compañeres, tanto por la conservación y transmisión vía oral de sus obras, como por las ansias de seguir sus ejemplos. Con esto no menospreciamos en ningún momento a todes y cada une de les militantes anarquistas que perdieron la vida luchando por sus ideales; ni a les nuevos militantes, que tanto camino tenemos por delante en nuestra formación y acción; ni a les compañeres que llevan tantos años en la brecha, y a pesar de la delicada situación actual, siguen trabajando por la emancipación de la raza humana. No obstante, algunes compañeres japoneses, por su carácter y personalidad, así como por sus obras, han destacado en el movimiento libertario japonés, tal y como lo hicieron otres en Europa.
Ando Shoeki fue un destacado escritor libertario, que ya en los inicios del siglo XVII escribía acerca del principio de autoridad, contrapuesto a las leyes naturales; hablaba sobre al principio de libertad, sobre el trabajo, la abolición del castigo corporal y la desaparición de las clases sociales. Permaneció en el olvido hasta 150 años después.
Denjiro Kotoku, nacido en 1871, tras pasar por una etapa socialista, se pasó al anarquismo durante su estancia en la cárcel. “Entré marxista y salgo de ella anarquista”, confesó a un compañero en 1905, refiriéndose a su permanencia en la prisión . Entre sus logros destacan la creación del periódico Heimin Shimbun, y obras como Shakai Shugi Shinzui (Quintaesencia del socialismo) o Teikoku Shugi (Imperialismo). A pesar de su prolífica obra literaria, también tuvo tiempo de viajar por todo Japón, difundiendo el ideal anarquista. Murió como un mártir del anarquismo japonés, en la horca, imputado en la Dai Yaku Jiken (La Gran Revuelta), junto a otros 23 anarquistas.
Sakai Osugi siguió a su maestro Kotoku. Al igual que su antecesor, Osugi se instruyó en gran medida dentro de la cárcel, cumpliendo penas por su militancia en grupos anarquistas. Por este motivo, por su presencia en la cárcel, no pudo ser inculpado en el Dai Yaku Jiken. Colaboró en publicaciones como Heimin Shimbun o Kindai Shisso. Osugi tiene gran facilidad para hablar multitud de lenguas, tanto que domina seis lenguas occidentales. A pesar de morir joven, a los 28 años, su obra es muy abundante, y se compone tanto de textos propios como de una gran cantidad de traducciones. Conocido y respetado como era, fue invitado a Berlín por la AIT, pero cuando se encontraba en París, fue detenido por la policía francesa y extraditado a Japón. Una vez en Japón, detenido junto a su compañera y su sobrino, fue vilmente asesinado por el General Fukuda, aprovechando la confusión creada por el terremoto del 10 de septiembre de 1923 en Tokio y Yokohama. Su muerte provocó una gran conmoción en su país y en Occidente, y la represión posterior sobre los grupos anarquistas fue muy fuerte.
Uno de los más longevos anarquistas japoneses fue Taiji Yamaga. Desde 1982 hasta 1970, este compañero que abrazó la no violencia como táctica ante las injusticias sociales (muy influenciado por Ghandi), y que se convirtió al naturismo para ser fiel a esta vida de no-dominación, fue profesor universitario de Esperanto. El idioma internacional influyó también en gran medida en su existencia. La cercanía del estallido de las bombas atómicas determinó que se decantara por la desobediencia pacífica como táctica. No en vano, en el órgano de expresión de CNT en el exilio, se publicó una carta de este personaje, en la que hace alusión a la manera de enfrentarse a los problemas que tenía: anarquismo, pacifismo, esperantismo (entendido como internacionalismo). Sus viajes a lo largo de todo el globo contribuyeron a dar a conocer el anarquismo del Japón, pero no por ello Taiji dejó de ser un hombre de acción, ya que dentro de su táctica pacifista, no dejó la lucha directa en ningún momento.
Muchos más nombres componen la lista de las personas que se atrevieron a abrazar el anarquismo en el Japón. Como en muchos países, por no decir en casi todos, sufrieron la represión de las fuerzas militares, políticas y feudales de todo pelaje. A pesar de ello, su legado llegó hasta nuestros días, y pese al interés de los Estados por que no salgan a la luz textos como los de nuestres compañeres, seguimos recibiendo sus influencias.
Tras la Segunda Guerra Mundial, el territorio japonés quedó totalmente destrozado. La industria paralizada, las tierras de cultivo arrasadas…es lo que sucede cuando las guerras las ganan ejércitos imperialistas . Los países que se consideran a si mismo democráticos, tratan de hacer que los territorios ocupados funcionen como ellos, y por eso en el Japón se impuso la dictadura del voto. Como todo gobierno democrático que se precie, se dispuso a reformar todas las leyes supuestamente atrasadas y beneficiosas solo para algunos, para sustituirlas mediante imposición divina por otras, las cuales no solo no resolvieron ningún problema anterior, sino que crearon otros diferentes. Por ejemplo, en Japón, la desarticulación del Zaibatsu tuvo su réplica en el reparto de la propiedad, de manera que muchos de los japoneses supervivientes de la contienda se convirtieron en pequeños propietarios. Más que acabar con el problema de la propiedad, se quitaron del medio parte de los problemas con los campesinos, al pasarles al otro bando, el poderoso, aunque de manera irreal.
Poco duró la mala situación del Japón, puesto que con el comienzo de la Guerra de Corea y la necesidad de materiales de los EEUU, el país nipón se convirtió en almacén de los americanos. Con ello salieron de la crisis, pero solamente los ricos y poderosos, puesto que las empresas que servían a los imperialistas yankis eran propiedad de unos pocos.
Los trabajos que se daban en este nuevo auge económico japonés, como en el capitalismo moderno, suponían la deshumanización del ser humano . Grandes máquinas automatizadas aumentaban el rendimiento de les trabajadores, a medida que hacían mecánico y monótono el trabajo. Al principio los precios eran competitivos por los bajos salarios y el rendimiento del trabajador japonés, que se considera aún hoy por encima del resto de países. Más tarde, cuando el Japón pudo abarcar el mercado internacional, se expandió a los “países en vías de desarrollo”, usando mano de obra barata, y explotando a compañeres en todos los países posibles.
Las organizaciones obreras vivieron en una situación de clandestinidad hasta 1945, cuando las leyes norteamericanas concedieron las supuestas libertades. El descontento de la población se hacía patente en las muchas movilizaciones que tuvieron lugar entre 1890 y 1920. La situación en Japón en esos años era muy parecida, en el plano sindical, a la que tuvimos en España tras la Guerra Civil, y que dura hasta la actualidad.
La legislación japonesa posterior a la II Guerra Mundial comenzó por conceder libertades sindicales a la población. No duró mucho la situación, puesto que en 1947 se creó el Ministerio del Trabajo, que regulaba todas las relaciones laborales existentes, mediando entre empresas y patrones. En los inicios de ese sindicalismo “legal” la respuesta de les trabajadores fue muy fuerte, llegándose a sindicar más del 50% del personal. A partir de entonces el número de afiliaciones empezó a decrecer. La clave estuvo en la forma que adquirieron los sindicatos mayoritarios, que tal y como sucede dentro de nuestras fronteras, se politizaron y comenzaron a actuar bajo tutela de partidos políticos, que solamente buscaban réditos electorales y de poder. No obstante, los sindicatos no controlados por el Ministerio de Trabajo, pero que sí estaban organizados, crecen como la espuma. Una frase de nuestro compañero Víctor García resume tanto la situación de la época en el Japón, como la actual en España: “Cuando un conflicto es inevitable los dirigentes asumen la dirección del mismo sin oponerse a la fuerza que lo desencadena pero utilizando este mismo impulso para conducir el conflicto hacía la vía muerta de las comisiones paritarias, las delegaciones parlamentarias y las concesiones irrisorias de la patronal” .
Al marginarse los propios sindicatos de las luchas laborales, puesto que dejan el control a los partidos políticos, estos toman el protagonismo en la lucha democrática, surgiendo y afianzándose cinco grupos diferentes: Partido Demócrata Liberal, Partido Socialista, Komeito (Gobierno Limpio) , Partido Comunista y Partido Social-Demócrata. Estos partidos llevarán el control de los procesos electorales para que nada se salga de las leyes establecidas, aunque los que menos cuota de representación obtienen en las elecciones, intentan controlar los movimientos estudiantiles, bastante agresivos e independientes, al menos en sus inicios.
La juventud japonesa no está conforme con la situación, y lo demuestra en las calles. Se organizan en las Universidades, en comités autónomos, a los que dan el nombre de Zengakuren. Reclaman como puntos clave la abolición del fascismo en la educación, libertad de estudios, libertad de ideas…Llegan a tener presencia en luchas fuera de la Universidad, como es el caso de la construcción del aeropuerto de Tokio, que pretendía expropiar a muchos campesinos; se comenzó con las huelgas a gran escala y por supuesto, apareció la brutal represión policial, respaldada por la Ley de Dispositivo Especial, que permitía al rector autorizar la intervención policial dentro de las instalaciones universitarias, entre otras salvajes prebendas. A comienzos de los setenta, se intenta recuperar ese movimiento autónomo, federándose a niveles local, regional y nacional. La influencia de les anarquistas en el movimiento estudiantil estaba presente, no obstante los grupos que actuaban en la Universidad no se declaraban anarquistas, aún practicando las tácticas anarquistas, para cumplir algunos principios anarquistas.
Por su parte, les compañeres japoneses que sobrevivieron a la cruenta época feudal, decidieron unirse en la Federación Anarquista Japonesa en Mayo de 1946. Se recuperaron publicaciones como el Heimin Shimbun, y se crearon boletines de discusión interna, como el “Conferencia Anarquista”. Se traducen multitud de obras de compañeres del continente europeo, e incluso se publican portavoces del movimiento anarquista coreano. Los grupos locales crean publicaciones para difundir el ideal anarquista en sus zonas de influencia, y para fomentar el debate que hiciera decantarse a la gente por esta opción de vida que es el anarquismo. Entre tanta fuerza creadora, surgieron discrepancias entre militantes, y una de ellas, sobre la disciplina en las organizaciones, derivó en una primera ruptura de la organización. Esta ruptura trajo consigo la desaparición de la publicación Heimin Shimbun, apareciendo en su lugar el Jiyukyosan Shimbun (Ciudadano Libre), y posteriormente Kuro Hata (Bandera Negra). No duró mucho el parón, pero en la nueva F.A.J. hubo varios puntos clave para su definitiva disolución en 1968: el estancamiento de las actividades anarquistas y el abismo intergeneracional, algo siempre difícil de enfrentar. A pesar de esta derrota moral, el movimiento libertario tuvo gran influencia en las insurrecciones estudiantiles y obreras a partir de 1967, las cuales estaban nutridas de jóvenes e inquietos libertarios japoneses.
La disolución de la Federación Anarquista Japonesa fue una decisión unánime del XVIII Congreso celebrado en Tokio en 1968. Les compañeres consideran que la actualidad está marcada por un auge del movimiento libertario, pero que este se encuentra presente en el movimiento estudiantil. La Federación se disuelve para integrarse en la lucha de la juventud, pero con vistas a poder organizarse de nuevo en un futuro. El anarquismo en este momento (finales de los 60) se disuelve en otros movimientos que emplean parte de su discurso y sus tácticas: pacifismo (antimilitarismo), esperantismo (internacionalismo), abolición de clases sociales. En todos ellos, les libertaries están presentes.
La evolución de la humanidad en los últimos doscientos años, a pesar de no haber ido pareja en todos los continentes y territorios, ha sido muy similar en cada uno de los puntos del planeta. El rechazo de la población a las imposiciones de unos pocos, la respuesta a la violencia de los gobernantes y la organización para enfrentarse a las injusticias, son actos tan naturales en el ser humano que se dan en todos los lugares, por muy alejados que estén unos de otros. El internacionalismo que proclama el ideal anarquista no es una invención ni una coletilla, sino que está dentro de cada une de nosotres.
La organización colectiva del ser humano para el avance de la sociedad, tal y como se dio en la sociedad japonesa en sus comienzos, es un acto racional y lógico. El intento de apropiación de ese esfuerzo creador, reflejado en la violencia de los feudales y terratenientes japoneses para adueñarse del trabajo realizado, es claramente antinatural, y contra esto la sociedad se une. Cuando esta respuesta se recoge en textos, se extraen sus principios, y se intenta denominar, surge el anarquismo. En Europa este término tomó fuerza con personajes como Proudhon y Bakunin, en el siglo XIX, pero en Japón el compañero Ando Shoeki ya escribía sobre el principio de autoridad, la libertad, el trabajo y la desaparición de las clases sociales, en el siglo XVII.
La democracia instalada en los países que supuestamente más han avanzado, no es más que una máscara legal para cometer todas las atrocidades imaginables. Los estados usan los ejércitos creados al amparo de su “legalidad”, para imponer gobiernos “democráticos” allá donde pisan, con el único objetivo de sacar un beneficio económico gracias a las materias primas y a la mano de obra de los países donde ponen sus pezuñas. El antimilitarismo, otra máxima de les anarquistas, ha sido sustituido en Japón por el pacifismo. Es una reacción lógica si tenemos en cuenta la destrucción a la que se vio sometido el territorio japonés en su guerra con EEUU, durante la cual sufrieron el estallido de dos bombas atómicas. A pesar de ser normal esa respuesta pacífica, no podemos olvidar que nos enfrentamos a cuerpos represivos armados hasta los dientes, y que en el momento en que consideremos que tenemos la oportunidad de enfrentarnos a ellos, usarán la violencia para pararnos. Incidir en el desarme de los ejércitos por su propia iniciativa es una opción tan válida como cualquier otra, pero no podemos enfrentarnos al monstruo capitalista con las manos desnudas.
Las elecciones que sustentan el sistema democrático no son más que una farsa, tan manipulable como los poderosos necesiten en cada momento, y dirigida por las grandes mafias empresariales, que son las que tienen el poder económico, que a fin de cuentas es el que manda en la actualidad. Con el final de la II Guerra Mundial y las imposiciones a les japoneses no se solucionaron los problemas que afectaban a la población, y tras un periodo de indecisión, los grandes terratenientes (empresarios de hoy) retomaron sus cotas de poder, que mantienen y mantendrán hasta que no se las arrebatemos. En España fue la transición la gran mentira que nos colaron para hacernos creer que existía la democracia representativa, pero la única democracia, la que da el verdadero sentido a la palabra, es aquella que se ejerce directamente, desde las asambleas, no delegando nuestras decisiones en personas que no tienen nuestros mismos problemas, y que nunca van a tratar de resolverlos. Los parlamentos son nidos de cuervos, con especímenes esperando el momento para abalanzarse sobre cualquier atisbo de riqueza de la humanidad.
Tal y como yo lo entiendo, el trabajo asalariado es la base de las injusticias sociales de todos los Estados. El mercado laboral se crea no para satisfacer necesidades, sino para crear y acaparar riqueza. La evolución en este caso se ha invertido, desde la intención de cubrir las necesidades básicas, hacia el acaparamiento de todos los medios de producción y materias primas en unas pocas manos, para obtener una riqueza artificial. Si queremos transformar el mundo en que vivimos, debemos partir de la destrucción del trabajo asalariado, ya que es la fuente de las injusticias sociales más evidente, y de la que parten el resto de injusticias. Se podría pensar que la sociedad feudal, en la que Japón vivió muchos años, es diferente, que no se basa en los mismos principios, pero la esclavitud a la que se sometía a las personas, los impuestos a los que debían enfrentarse y la tiranía del “señor” de turno, son situaciones muy similares a las que se viven actualmente, en esta fase del capitalismo. Quizá es algo reduccionista esta afirmación, pero creo que en líneas generales es acertada.
Para la defensa de les trabajadores en el mundo laboral, es necesaria la presencia de las organizaciones anarcosindicalistas. Demostrado queda, estudiando la historia de todos los países con tradición sindicalista, que las organizaciones obreras que responden a una táctica diferente, quedan absorbidas de inmediato por los grupos políticos dominantes en cada momento. Los partidos comunistas y socialistas absorbieron a los sindicatos japoneses, así como CCOO y UGT fueron controlados por los partidos políticos PCE y PSOE respectivamente en España. La CGT, escisión del anarcosindicalismo dentro de nuestras fronteras, decidió someterse a los designios marcados por el sistema, dejando atrás las influencias anarquistas, para embarcarse en un viaje abocado al naufragio en los mares del reformismo. Esto no le ha dado siquiera una oportunidad en su “representatividad” en las luchas obreras, ya que el que traiciona sus propios ideales, está abocado al fracaso. Así, los sindicatos japoneses, tras su auge inicial en el año 1945, vieron su afiliación decrecer, por su papel de apagafuegos y el control que ejercían y ejercen las centrales políticas sobre ellos. La influencia anarquista en los sindicatos japoneses no registrados es similar a la que se ejerce en el movimiento estudiantil. Es una táctica diferente, pero puede ser una buena opción en los tiempos que corren.
Finalmente, la organización de los grupos anarquistas es algo tan cambiante como las propias circunstancias de los diferentes territorios aconsejan. En Japón se observó en su momento que la manera más positiva de fomentar el movimiento libertario, era dejar que siguiera su curso dentro de los movimientos estudiantiles, y dejar la organización para un futuro con mejores expectativas. Las causas que se observaron como provocadoras de la disolución de la F.A.J. fueron bien estudiadas por les compañeres, japoneses: estancamiento del movimiento, agotamiento e impaciencia, organización defectuosa, teoría expuesta con vaguedad, pereza y vaguedad…Estas causas son aplicables hoy a la poca fuerza alcanzada por el movimiento libertario en general, que encontrándose con una sociedad explotada hasta el extremo, que se halla en una delicada situación, y no es capaz de animar a la gente a la movilización, ni en las calles ni el los tajos. La actual fuerza con la que cuentan las organizaciones anarquistas y anarcosindicalistas en el planeta, hacen plantearse la lucha muy a largo plazo, pero debemos estar preparades para lo que pueda suceder en pocos años, puesto que el estallido de una gran revuelta provocado por la situación que se vive en la actualidad (sobre todo en algunos países, los llamados subdesarrollados), nos puede pillar desprevenidos, impidiéndonos hacer frente a la nueva situación. Por ello debemos trabajar en el fortalecimiento de las organizaciones, tanto anarcosindicalistas como específicas. El compromiso y el trabajo diario deben ser la tónica general de éstas, ya que militar en una organización anarquista es una elección en tu modo de vida. La necesidad de establecer la coherencia en nuestras vidas nos hace difícil vivir en una sociedad marcada por el consumo, el ocio banal y vacío de las técnicas de entretenimiento actuales. A pesar de ello, debemos tratar de llevar nuestro ideal con nosotres, y actuar en cada momento acorde a nuestro pensamiento. Es la mejor propaganda que podemos hacer, ya que es muy difícil hacer frente a los medios de comunicación oficiales.
Una de las etapas más interesantes de la vida de este compañero transcurrió en Japón, lugar en el que las ideas libertarias penetraron con fuerza con el aperturismo hacia occidente. Pero “el espíritu rebelde ha estado siempre en el espíritu de los oprimidos” , y desde la fundación del Imperio Nipón en el año 660 antes de nuestra era, hombres y mujeres se han opuesto a las ansias de poder de los gobernantes, y han tratado de organizar sus vidas de manera colectiva. Haremos un repaso de la obra literaria de Víctor García titulada “Museihushugi. El anarquismo japonés”, y compararemos de manera crítica la evolución del anarquismo en Europa y en el Japón, para tratar de sacar alguna conclusión que nos lleve a, en el futuro, adaptar las tácticas empleadas para alcanzar nuestro deseo de llevar el comunismo libertario a cualquier lugar del mundo.
Evolución del imperio desde su nacimiento hasta la desmilitarización del Japón
Un territorio como el Japón es poseedor de una historia extensa y rica en eventos. Su evolución ha venido marcada por la opresión a la que se han visto sometidos los habitantes de esta zona, cambiante entre el imperialismo autoritario y la falsa democracia impuesta por los gobernantes norteamericanos. Sus fronteras han cambiado con el paso del tiempo, estirándose y encogiéndose según se sucedían las victorias y derrotas militares, que acababan con la vida de personas que nada se jugaban en los conflictos armados, la clase trabajadora.
La figura de los emperadores pasó a ser muy pronto una cabeza visible a la que obedecer, pero el poder real lo ostentaban las familias poderosas, que iban sucediéndose en luchas que no podía controlar el Mikado (emperador japonés). Como en la actualidad, una persona es utilizada de marioneta para distraer la atención de los verdaderos causantes de la esclavitud humana. Los Fujiwara fueron la primera familia con gran poder en el Japón (hasta 1185), a la que le sucedió la casta de Minamoto Yoritomo, que toma el título de shogun o generalísimo. Los siguientes en acceder al poder de manera violenta fueron los Hojo (1200-1333), a los que le sucedieron los Ashikaga (1338-1573), el jefe guerrero Nobunaga (muerto en 1582) y Toyotomi Hideyoshi (uno de los más sangrientos generales).
La siguiente etapa imperial del Japón, marcada por el shogunato de los Tokugawas, se distinguió por el aislamiento al que se vio sometida la península. Debido en parte al férreo régimen impuesto por los emperadores, el cristianismo llegó al Japón para quedarse. El duelo entre dos religiones, la budista y la cristiana, sólo trajo muerte y destrucción para el pueblo. Con la llegada de los Tokugawas se declaró la religión cristiana falsa y podrida, y se obligó a los cristianos a abjurar; si no lo hacían se convertían en esclavos. Japón no supo llevar a su terreno la religión cristiana, puesto que tal y como lo demostró en otros lugares del planeta, la única forma de imponer el cristianismo eran las armas y la fuerza. Por tanto, los Tokugawas enviaron a morir a muchas personas para atacar a un fantasma que habría desaparecido por su propio pie, tal y como pasará con todas las religiones existentes hoy en día. Por otra parte, los comerciantes holandeses fueron los únicos que se quedaron para monopolizar el mercado nipón, pero el trato dado por el imperio japonés no fue el esperado por los marineros. Como anécdota suscribimos las palabras de Víctor García, que nos cuenta en su obra cómo a los holandeses se les obligaba a bailar y a imitar a los marineros borrachos , y éstos aceptaban con tal de hacer negocios en el imperio nipón.
La evolución del Japón no fue a la par que la evolución de los países cercanos. En el siglo VI, cuando el imperio Japonés no había nacido aún, en China la imprenta ya se había inventado, y ya hacía un milenio que se usaba el arado. Los grandes pensadores chinos Confucio y Lao Tsé, intervinieron en la evolución de este país, y sirvieron a sus vecinos para racionalizar los sistemas administrativos de las tierras cultivables japonesas. Este atraso en la técnica propició, en parte, que el imperio japonés cayera en su guerra contra los Estados Unidos, cuyas tropas, comandadas por el almirante Perry, abrieron los puertos japoneses en 1853, acabando con la etapa de oscurantismo.
Las reformas impuestas por los Estados Unidos incluyeron la abolición de las castas, pero la reforma Meiji no consiguió, puesto que no interesaba demasiado, acabar con los poderes locales, representados en la Daimyos, los cuales se convirtieron en poderosos terratenientes. Los nombres de las clases quedaron abolidos, pero la situación no cambió. En 1973 se declara la primera crisis, y surge con fuerza el Estado Japonés, que trata de centralizar sus poderes y acaparar los diezmos y tasas locales. La consigna: Fokoku Kyohei (País rico, ejército fuerte) .
Como todo Estado, totalitario o no, la guerra fue la solución a la crisis que comenzaba a sufrir el Japón. En 1894 fue China, y diez años más tarde fue Rusia. El poder del imperio aumentó de manera considerable, y la adhesión de territorios al Japón fue la tónica general de los años siguientes. Con la sangre de los obreros conquistaron territorios, tal y como hacen hoy todos y cada uno de los ejércitos existentes en la Tierra. A pesar de todo el poder acumulado por Japón, en 1945, con el final de la Segunda Guerra Mundial, el imperio perdió todo su potencial militar, por ordenamiento directo de los vencedores de la contienda, los gobernantes estadounidenses. Esta imposición marcará el futuro de las fuerzas represivas en el Estado japonés, ya que se vieron suprimidos los Ministerios de Marina y Ejército, con lo que en un principio, Japón quedaba indefensa ante los ataques de los países cercanos, ansiosos de controlar el territorio que antes les tuvo sometidos.
La evolución del imperio nipón es exactamente la misma que la de cualquier país occidental. Las diferencias son temporales, pero la base del Estado japonés creado tras la primera gran crisis, es la misma que la del resto de Estados del planeta. La centralización del poder en manos de unos pocos, y la creación de un ejército fuertemente armado, son factores clave en la evolución elegida por los grandes terratenientes, que sucedieron a los señores feudales. En el caso del Japón fueron las castas como los Tokugawas las que decidieron dar ese paso. Como en muchos territorios del planeta, los “dueños y señores” deseaban tomar en su poder tantas tierras como les fuera posible, enviando a la muerte a tantas personas como hiciera falta. Paradójicamente, la desmilitarización del Japón no supuso el ataque de las fuerzas militares de otros países, lo que da muestras de que los ejércitos solamente sirven para conquistar territorios, y para reprimir revueltas sociales en el interior de los países.
Organización colectiva y Revueltas en el Japón
Gran parte de la alimentación del Japón se ha basado desde tiempos remotos en el cultivo de arroz. Las personas que cultivaban estos campos lo hacían de manera colectiva. La proporción cultivada por cada una de las familias encargadas del cultivo de cada arrozal se llamó myoden . En paralelo se comenzaban a formar los shoen, que eran las tierras de las que se hacían dueños los aristócratas y sacerdotes. La evolución de los usos de estas tierras es exactamente la misma que en tierras occidentales. La anexión de tierras a los ricos y poderosos, y la protección que tenían que demandar los myoden ante el ataque de elementos violentos mandados por los shoen, hicieron perder terreno a las tierras cultivadas en régimen colectivo, para pasar a formar parte de la clase que sustentaba el poder económico. La propiedad privada estaba inventada, exactamente igual que en Occidente. La propiedad privada es un robo a todas luces.
La utilización colectiva de los terrenos agrícolas nos da una muestra de que el apoyo mutuo, propio del pensamiento libertario, es necesario para que la humanidad evolucione. Quizá en el Japón, según nos cuenta nuestro compañero Víctor García, la poca resistencia opuesta por la población, aceleró el proceso. No obstante, no debemos pensar que les compañeres japoneses no han luchado por librarse del yugo feudal y del shogunato de turno. En la época de los Tokugawas se produjeron cerca de 1700 revueltas, casi todas campesinas y relacionadas con el precio del arroz. La escasez de alimentos ha sido siempre un detonante de revueltas sociales. En España, en la etapa de finales del siglo XIX y principios del XX, se sucedían revueltas tanto en el campo como en la ciudad, por este mismo motivo. En concreto, en Andalucía en el año 1873, empezó a dejarse sentir una potente agitación campesina, para tratar de remediar el hambre de la población . La inanición puede ser un elemento detonante de protestas, pero cuando observamos la situación actual (la que nos muestran) en algunos países africanos, e incluso dentro de las propias fronteras del Estado español, nos damos cuenta de que hace falta algo más para que la población tome cartas en el asunto.
En paralelo a las luchas en campos y ciudades, las peleas internas por alcanzar mayores cotas de poder eran, son y serán la tónica general de las clases dominantes. Solamente en momentos puntuales y concretos pueden llegar a aliarse para hacer frente al poder popular. Es importante que seamos conscientes de ello, para poder enfrentarnos con garantías de lograr acabar con sus estructuras de dominación.
Destacados pensadores anarquistas en el Japón
Bakunin, Proudhon, Godwin, Fanelli, Durruti…son nombres propios que destacan en la literatura anarquista de finales del siglo XIX y principios del XX. Su destacada militancia, sus elaboradas teorías y reflexiones y su actividad diaria, les convierten sin querer en símbolos del anarquismo. Sus ideales aún siguen vigentes, y su recuerdo perdura en todes les compañeres, tanto por la conservación y transmisión vía oral de sus obras, como por las ansias de seguir sus ejemplos. Con esto no menospreciamos en ningún momento a todes y cada une de les militantes anarquistas que perdieron la vida luchando por sus ideales; ni a les nuevos militantes, que tanto camino tenemos por delante en nuestra formación y acción; ni a les compañeres que llevan tantos años en la brecha, y a pesar de la delicada situación actual, siguen trabajando por la emancipación de la raza humana. No obstante, algunes compañeres japoneses, por su carácter y personalidad, así como por sus obras, han destacado en el movimiento libertario japonés, tal y como lo hicieron otres en Europa.
Ando Shoeki fue un destacado escritor libertario, que ya en los inicios del siglo XVII escribía acerca del principio de autoridad, contrapuesto a las leyes naturales; hablaba sobre al principio de libertad, sobre el trabajo, la abolición del castigo corporal y la desaparición de las clases sociales. Permaneció en el olvido hasta 150 años después.
Denjiro Kotoku, nacido en 1871, tras pasar por una etapa socialista, se pasó al anarquismo durante su estancia en la cárcel. “Entré marxista y salgo de ella anarquista”, confesó a un compañero en 1905, refiriéndose a su permanencia en la prisión . Entre sus logros destacan la creación del periódico Heimin Shimbun, y obras como Shakai Shugi Shinzui (Quintaesencia del socialismo) o Teikoku Shugi (Imperialismo). A pesar de su prolífica obra literaria, también tuvo tiempo de viajar por todo Japón, difundiendo el ideal anarquista. Murió como un mártir del anarquismo japonés, en la horca, imputado en la Dai Yaku Jiken (La Gran Revuelta), junto a otros 23 anarquistas.
Sakai Osugi siguió a su maestro Kotoku. Al igual que su antecesor, Osugi se instruyó en gran medida dentro de la cárcel, cumpliendo penas por su militancia en grupos anarquistas. Por este motivo, por su presencia en la cárcel, no pudo ser inculpado en el Dai Yaku Jiken. Colaboró en publicaciones como Heimin Shimbun o Kindai Shisso. Osugi tiene gran facilidad para hablar multitud de lenguas, tanto que domina seis lenguas occidentales. A pesar de morir joven, a los 28 años, su obra es muy abundante, y se compone tanto de textos propios como de una gran cantidad de traducciones. Conocido y respetado como era, fue invitado a Berlín por la AIT, pero cuando se encontraba en París, fue detenido por la policía francesa y extraditado a Japón. Una vez en Japón, detenido junto a su compañera y su sobrino, fue vilmente asesinado por el General Fukuda, aprovechando la confusión creada por el terremoto del 10 de septiembre de 1923 en Tokio y Yokohama. Su muerte provocó una gran conmoción en su país y en Occidente, y la represión posterior sobre los grupos anarquistas fue muy fuerte.
Uno de los más longevos anarquistas japoneses fue Taiji Yamaga. Desde 1982 hasta 1970, este compañero que abrazó la no violencia como táctica ante las injusticias sociales (muy influenciado por Ghandi), y que se convirtió al naturismo para ser fiel a esta vida de no-dominación, fue profesor universitario de Esperanto. El idioma internacional influyó también en gran medida en su existencia. La cercanía del estallido de las bombas atómicas determinó que se decantara por la desobediencia pacífica como táctica. No en vano, en el órgano de expresión de CNT en el exilio, se publicó una carta de este personaje, en la que hace alusión a la manera de enfrentarse a los problemas que tenía: anarquismo, pacifismo, esperantismo (entendido como internacionalismo). Sus viajes a lo largo de todo el globo contribuyeron a dar a conocer el anarquismo del Japón, pero no por ello Taiji dejó de ser un hombre de acción, ya que dentro de su táctica pacifista, no dejó la lucha directa en ningún momento.
Muchos más nombres componen la lista de las personas que se atrevieron a abrazar el anarquismo en el Japón. Como en muchos países, por no decir en casi todos, sufrieron la represión de las fuerzas militares, políticas y feudales de todo pelaje. A pesar de ello, su legado llegó hasta nuestros días, y pese al interés de los Estados por que no salgan a la luz textos como los de nuestres compañeres, seguimos recibiendo sus influencias.
Evolución del anarquismo Japonés desde la II Guerra Mundial hasta la disolución de la Federación Anarquista Japonesa (F.A.J.)
Tras la Segunda Guerra Mundial, el territorio japonés quedó totalmente destrozado. La industria paralizada, las tierras de cultivo arrasadas…es lo que sucede cuando las guerras las ganan ejércitos imperialistas . Los países que se consideran a si mismo democráticos, tratan de hacer que los territorios ocupados funcionen como ellos, y por eso en el Japón se impuso la dictadura del voto. Como todo gobierno democrático que se precie, se dispuso a reformar todas las leyes supuestamente atrasadas y beneficiosas solo para algunos, para sustituirlas mediante imposición divina por otras, las cuales no solo no resolvieron ningún problema anterior, sino que crearon otros diferentes. Por ejemplo, en Japón, la desarticulación del Zaibatsu tuvo su réplica en el reparto de la propiedad, de manera que muchos de los japoneses supervivientes de la contienda se convirtieron en pequeños propietarios. Más que acabar con el problema de la propiedad, se quitaron del medio parte de los problemas con los campesinos, al pasarles al otro bando, el poderoso, aunque de manera irreal.
Poco duró la mala situación del Japón, puesto que con el comienzo de la Guerra de Corea y la necesidad de materiales de los EEUU, el país nipón se convirtió en almacén de los americanos. Con ello salieron de la crisis, pero solamente los ricos y poderosos, puesto que las empresas que servían a los imperialistas yankis eran propiedad de unos pocos.
Los trabajos que se daban en este nuevo auge económico japonés, como en el capitalismo moderno, suponían la deshumanización del ser humano . Grandes máquinas automatizadas aumentaban el rendimiento de les trabajadores, a medida que hacían mecánico y monótono el trabajo. Al principio los precios eran competitivos por los bajos salarios y el rendimiento del trabajador japonés, que se considera aún hoy por encima del resto de países. Más tarde, cuando el Japón pudo abarcar el mercado internacional, se expandió a los “países en vías de desarrollo”, usando mano de obra barata, y explotando a compañeres en todos los países posibles.
Las organizaciones obreras vivieron en una situación de clandestinidad hasta 1945, cuando las leyes norteamericanas concedieron las supuestas libertades. El descontento de la población se hacía patente en las muchas movilizaciones que tuvieron lugar entre 1890 y 1920. La situación en Japón en esos años era muy parecida, en el plano sindical, a la que tuvimos en España tras la Guerra Civil, y que dura hasta la actualidad.
La legislación japonesa posterior a la II Guerra Mundial comenzó por conceder libertades sindicales a la población. No duró mucho la situación, puesto que en 1947 se creó el Ministerio del Trabajo, que regulaba todas las relaciones laborales existentes, mediando entre empresas y patrones. En los inicios de ese sindicalismo “legal” la respuesta de les trabajadores fue muy fuerte, llegándose a sindicar más del 50% del personal. A partir de entonces el número de afiliaciones empezó a decrecer. La clave estuvo en la forma que adquirieron los sindicatos mayoritarios, que tal y como sucede dentro de nuestras fronteras, se politizaron y comenzaron a actuar bajo tutela de partidos políticos, que solamente buscaban réditos electorales y de poder. No obstante, los sindicatos no controlados por el Ministerio de Trabajo, pero que sí estaban organizados, crecen como la espuma. Una frase de nuestro compañero Víctor García resume tanto la situación de la época en el Japón, como la actual en España: “Cuando un conflicto es inevitable los dirigentes asumen la dirección del mismo sin oponerse a la fuerza que lo desencadena pero utilizando este mismo impulso para conducir el conflicto hacía la vía muerta de las comisiones paritarias, las delegaciones parlamentarias y las concesiones irrisorias de la patronal” .
Al marginarse los propios sindicatos de las luchas laborales, puesto que dejan el control a los partidos políticos, estos toman el protagonismo en la lucha democrática, surgiendo y afianzándose cinco grupos diferentes: Partido Demócrata Liberal, Partido Socialista, Komeito (Gobierno Limpio) , Partido Comunista y Partido Social-Demócrata. Estos partidos llevarán el control de los procesos electorales para que nada se salga de las leyes establecidas, aunque los que menos cuota de representación obtienen en las elecciones, intentan controlar los movimientos estudiantiles, bastante agresivos e independientes, al menos en sus inicios.
La juventud japonesa no está conforme con la situación, y lo demuestra en las calles. Se organizan en las Universidades, en comités autónomos, a los que dan el nombre de Zengakuren. Reclaman como puntos clave la abolición del fascismo en la educación, libertad de estudios, libertad de ideas…Llegan a tener presencia en luchas fuera de la Universidad, como es el caso de la construcción del aeropuerto de Tokio, que pretendía expropiar a muchos campesinos; se comenzó con las huelgas a gran escala y por supuesto, apareció la brutal represión policial, respaldada por la Ley de Dispositivo Especial, que permitía al rector autorizar la intervención policial dentro de las instalaciones universitarias, entre otras salvajes prebendas. A comienzos de los setenta, se intenta recuperar ese movimiento autónomo, federándose a niveles local, regional y nacional. La influencia de les anarquistas en el movimiento estudiantil estaba presente, no obstante los grupos que actuaban en la Universidad no se declaraban anarquistas, aún practicando las tácticas anarquistas, para cumplir algunos principios anarquistas.
Por su parte, les compañeres japoneses que sobrevivieron a la cruenta época feudal, decidieron unirse en la Federación Anarquista Japonesa en Mayo de 1946. Se recuperaron publicaciones como el Heimin Shimbun, y se crearon boletines de discusión interna, como el “Conferencia Anarquista”. Se traducen multitud de obras de compañeres del continente europeo, e incluso se publican portavoces del movimiento anarquista coreano. Los grupos locales crean publicaciones para difundir el ideal anarquista en sus zonas de influencia, y para fomentar el debate que hiciera decantarse a la gente por esta opción de vida que es el anarquismo. Entre tanta fuerza creadora, surgieron discrepancias entre militantes, y una de ellas, sobre la disciplina en las organizaciones, derivó en una primera ruptura de la organización. Esta ruptura trajo consigo la desaparición de la publicación Heimin Shimbun, apareciendo en su lugar el Jiyukyosan Shimbun (Ciudadano Libre), y posteriormente Kuro Hata (Bandera Negra). No duró mucho el parón, pero en la nueva F.A.J. hubo varios puntos clave para su definitiva disolución en 1968: el estancamiento de las actividades anarquistas y el abismo intergeneracional, algo siempre difícil de enfrentar. A pesar de esta derrota moral, el movimiento libertario tuvo gran influencia en las insurrecciones estudiantiles y obreras a partir de 1967, las cuales estaban nutridas de jóvenes e inquietos libertarios japoneses.
La disolución de la Federación Anarquista Japonesa fue una decisión unánime del XVIII Congreso celebrado en Tokio en 1968. Les compañeres consideran que la actualidad está marcada por un auge del movimiento libertario, pero que este se encuentra presente en el movimiento estudiantil. La Federación se disuelve para integrarse en la lucha de la juventud, pero con vistas a poder organizarse de nuevo en un futuro. El anarquismo en este momento (finales de los 60) se disuelve en otros movimientos que emplean parte de su discurso y sus tácticas: pacifismo (antimilitarismo), esperantismo (internacionalismo), abolición de clases sociales. En todos ellos, les libertaries están presentes.
Conclusiones
La evolución de la humanidad en los últimos doscientos años, a pesar de no haber ido pareja en todos los continentes y territorios, ha sido muy similar en cada uno de los puntos del planeta. El rechazo de la población a las imposiciones de unos pocos, la respuesta a la violencia de los gobernantes y la organización para enfrentarse a las injusticias, son actos tan naturales en el ser humano que se dan en todos los lugares, por muy alejados que estén unos de otros. El internacionalismo que proclama el ideal anarquista no es una invención ni una coletilla, sino que está dentro de cada une de nosotres.
La organización colectiva del ser humano para el avance de la sociedad, tal y como se dio en la sociedad japonesa en sus comienzos, es un acto racional y lógico. El intento de apropiación de ese esfuerzo creador, reflejado en la violencia de los feudales y terratenientes japoneses para adueñarse del trabajo realizado, es claramente antinatural, y contra esto la sociedad se une. Cuando esta respuesta se recoge en textos, se extraen sus principios, y se intenta denominar, surge el anarquismo. En Europa este término tomó fuerza con personajes como Proudhon y Bakunin, en el siglo XIX, pero en Japón el compañero Ando Shoeki ya escribía sobre el principio de autoridad, la libertad, el trabajo y la desaparición de las clases sociales, en el siglo XVII.
La democracia instalada en los países que supuestamente más han avanzado, no es más que una máscara legal para cometer todas las atrocidades imaginables. Los estados usan los ejércitos creados al amparo de su “legalidad”, para imponer gobiernos “democráticos” allá donde pisan, con el único objetivo de sacar un beneficio económico gracias a las materias primas y a la mano de obra de los países donde ponen sus pezuñas. El antimilitarismo, otra máxima de les anarquistas, ha sido sustituido en Japón por el pacifismo. Es una reacción lógica si tenemos en cuenta la destrucción a la que se vio sometido el territorio japonés en su guerra con EEUU, durante la cual sufrieron el estallido de dos bombas atómicas. A pesar de ser normal esa respuesta pacífica, no podemos olvidar que nos enfrentamos a cuerpos represivos armados hasta los dientes, y que en el momento en que consideremos que tenemos la oportunidad de enfrentarnos a ellos, usarán la violencia para pararnos. Incidir en el desarme de los ejércitos por su propia iniciativa es una opción tan válida como cualquier otra, pero no podemos enfrentarnos al monstruo capitalista con las manos desnudas.
Las elecciones que sustentan el sistema democrático no son más que una farsa, tan manipulable como los poderosos necesiten en cada momento, y dirigida por las grandes mafias empresariales, que son las que tienen el poder económico, que a fin de cuentas es el que manda en la actualidad. Con el final de la II Guerra Mundial y las imposiciones a les japoneses no se solucionaron los problemas que afectaban a la población, y tras un periodo de indecisión, los grandes terratenientes (empresarios de hoy) retomaron sus cotas de poder, que mantienen y mantendrán hasta que no se las arrebatemos. En España fue la transición la gran mentira que nos colaron para hacernos creer que existía la democracia representativa, pero la única democracia, la que da el verdadero sentido a la palabra, es aquella que se ejerce directamente, desde las asambleas, no delegando nuestras decisiones en personas que no tienen nuestros mismos problemas, y que nunca van a tratar de resolverlos. Los parlamentos son nidos de cuervos, con especímenes esperando el momento para abalanzarse sobre cualquier atisbo de riqueza de la humanidad.
Tal y como yo lo entiendo, el trabajo asalariado es la base de las injusticias sociales de todos los Estados. El mercado laboral se crea no para satisfacer necesidades, sino para crear y acaparar riqueza. La evolución en este caso se ha invertido, desde la intención de cubrir las necesidades básicas, hacia el acaparamiento de todos los medios de producción y materias primas en unas pocas manos, para obtener una riqueza artificial. Si queremos transformar el mundo en que vivimos, debemos partir de la destrucción del trabajo asalariado, ya que es la fuente de las injusticias sociales más evidente, y de la que parten el resto de injusticias. Se podría pensar que la sociedad feudal, en la que Japón vivió muchos años, es diferente, que no se basa en los mismos principios, pero la esclavitud a la que se sometía a las personas, los impuestos a los que debían enfrentarse y la tiranía del “señor” de turno, son situaciones muy similares a las que se viven actualmente, en esta fase del capitalismo. Quizá es algo reduccionista esta afirmación, pero creo que en líneas generales es acertada.
Para la defensa de les trabajadores en el mundo laboral, es necesaria la presencia de las organizaciones anarcosindicalistas. Demostrado queda, estudiando la historia de todos los países con tradición sindicalista, que las organizaciones obreras que responden a una táctica diferente, quedan absorbidas de inmediato por los grupos políticos dominantes en cada momento. Los partidos comunistas y socialistas absorbieron a los sindicatos japoneses, así como CCOO y UGT fueron controlados por los partidos políticos PCE y PSOE respectivamente en España. La CGT, escisión del anarcosindicalismo dentro de nuestras fronteras, decidió someterse a los designios marcados por el sistema, dejando atrás las influencias anarquistas, para embarcarse en un viaje abocado al naufragio en los mares del reformismo. Esto no le ha dado siquiera una oportunidad en su “representatividad” en las luchas obreras, ya que el que traiciona sus propios ideales, está abocado al fracaso. Así, los sindicatos japoneses, tras su auge inicial en el año 1945, vieron su afiliación decrecer, por su papel de apagafuegos y el control que ejercían y ejercen las centrales políticas sobre ellos. La influencia anarquista en los sindicatos japoneses no registrados es similar a la que se ejerce en el movimiento estudiantil. Es una táctica diferente, pero puede ser una buena opción en los tiempos que corren.
Finalmente, la organización de los grupos anarquistas es algo tan cambiante como las propias circunstancias de los diferentes territorios aconsejan. En Japón se observó en su momento que la manera más positiva de fomentar el movimiento libertario, era dejar que siguiera su curso dentro de los movimientos estudiantiles, y dejar la organización para un futuro con mejores expectativas. Las causas que se observaron como provocadoras de la disolución de la F.A.J. fueron bien estudiadas por les compañeres, japoneses: estancamiento del movimiento, agotamiento e impaciencia, organización defectuosa, teoría expuesta con vaguedad, pereza y vaguedad…Estas causas son aplicables hoy a la poca fuerza alcanzada por el movimiento libertario en general, que encontrándose con una sociedad explotada hasta el extremo, que se halla en una delicada situación, y no es capaz de animar a la gente a la movilización, ni en las calles ni el los tajos. La actual fuerza con la que cuentan las organizaciones anarquistas y anarcosindicalistas en el planeta, hacen plantearse la lucha muy a largo plazo, pero debemos estar preparades para lo que pueda suceder en pocos años, puesto que el estallido de una gran revuelta provocado por la situación que se vive en la actualidad (sobre todo en algunos países, los llamados subdesarrollados), nos puede pillar desprevenidos, impidiéndonos hacer frente a la nueva situación. Por ello debemos trabajar en el fortalecimiento de las organizaciones, tanto anarcosindicalistas como específicas. El compromiso y el trabajo diario deben ser la tónica general de éstas, ya que militar en una organización anarquista es una elección en tu modo de vida. La necesidad de establecer la coherencia en nuestras vidas nos hace difícil vivir en una sociedad marcada por el consumo, el ocio banal y vacío de las técnicas de entretenimiento actuales. A pesar de ello, debemos tratar de llevar nuestro ideal con nosotres, y actuar en cada momento acorde a nuestro pensamiento. Es la mejor propaganda que podemos hacer, ya que es muy difícil hacer frente a los medios de comunicación oficiales.
David