¿Qué es el Marxismo?


Antes de empezar la crítica de los principios y los resultados del marxismo, consideramos necesario hacer una pregunta que tiene, aparentemente, carácter de adivinanza, pero que se justifica ampliamente si tenemos en cuenta que les defensores de esta doctrina pretenden que sólo ella ofrece la necesaria homogeneidad conducente a una actividad coherente en la lucha por la emancipación humana. Esta pregunta es la siguiente: ¿qué es el marxismo?

Veremos más adelante que, basándonos en los textos del mismo Karl Marx, se puede responder en formas muy distintas, incluso contradictorias. Por ahora, limitémonos a ciertos aspectos prácticos inmediatos, que influyen realmente en la historia. En 1936. antes del triunfo franquista, había, en España, tres corrientes conocidas: el Partido Socialista social-demócrata, que era la más importante; el Partido Comunista oficial, y el Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM). Cada una de estas corrientes pretendía ser la única valedera, la única representante auténtica del pensamiento de Marx. Pero el Partido Comunista llamaba traidores a los miembros del Partido Socialdemócrata español, y afirmaba que éste atentaba a los sagrados principios enunciados en el Manifiesto comunista y El Capital. A lo cual les líderes y teóriques del socialismo continuadores de Pablo Iglesias, Jaime Vera o Pablo Lafargue contestaban denunciando la desviación que consistía en pretender realizar el socialismo en una nación insuficientemente industrializada, e implantar la “dictadura del proletariado” cuando no existían las condiciones de carácter económico-social (concentración del capitalismo, importante desarrollo de la industria y del proletariado industrial, progreso técnico de la agricultura con eliminación de las formas arcaicas de propiedad de la tierra), señaladas por el marxismo como condiciones sine qua non de socialización de acuerdo al supuesto concepto científico del socialismo.
A estas dos corrientes contestaba el POUM, y con él les troskistas, poumistas a medias, que violaban los principios del marxismo por una parte les que no querían hacer, lo antes posible, la revolución social, por otra les que querían hacerla según las normas aplicadas por el Partido Comunista oficial, el cual, siguiendo a Stalin, violaba los principios del marxismo-leninista. Sólo la interpretación poumista o troskista del marxismo era la buena, la auténtica, la indiscutible.

Hoy, tenemos a los marxistas comunistas stalinianos, los marxistas comunistas troskistas, los marxistas comunistas poumistas, los marxistas comunistas partidarios de Mao-Tsé-Tung, los marxistas comunistas partidarios del revisionismo italiano de Togliatti, los marxistas comunistas partidarios de la tendencia creada por Krutchev, y las distintas corrientes trotzkistas. Se nos olvidaban los titistas.

Pero, históricamente, y en el plano mundial; eran desde hace muchos decenios, múltiples las corrientes y subcorrientes. las escuelas, e interpretaciones divididas y opuestas, cada una de las cuales pretendía ser, a su modo, la única intérprete indiscutible del marxismo. Hasta la revolución rusa, marxistas reformistas y semirreformistas, revolucionarios y semirrevolucionarios se enfrentaban en todas partes. En Rusia misma, los bolcheviques con Lenin, Chicherin y Stalin, los mencheviques. con Plejanof, fundador de la socialdemocracia rusa, y Martov, en medio de los cuales se hallaba Trosky que repartía golpes a diestra y siniestra, se combatían sañudamente y acusaban de desviaciones derechistas e izquierdistas. En Alemania, patria del marxismo, la tendencia revolucionaria capitaneada por Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht luchaba esforzadamente contra la mayoría socialdemócrata reformista cuyo teórico principal fue Bernstein. En medio de los dos estaba la tendencia semirrevolucionaria y semirreformista encabezada por Karl Kautsky. el marxista más notorio de la época, al que Lenin debía vapulear de lo lindo llamándolo “el traidor Kautsky” cuando vio que su contrincante alemán se negaba a aprobar la toma del poder por les bolcheviques ruses. Como se supondrá, Kautsky demostraba, basándose en una ortodoxia no menos indiscutible que la de Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht, que las otras dos tendencias traicionaban el pensamiento de Marx y Engels.

Las discusiones no giraban solamente en torno a los problemas tácticos, pues todo marxista auténtico debe siempre dar un asidero “científico”, filosófico y doctrinal al menor de sus gestos Se referían a cuestiones teóricas relacionadas con la estrategia siempre “auténticamente marxista” que de ellas derivaba, Por ejemplo, ¿a qué eran debidas primordialmente, y según el método científico y dialéctico marxista, las crisis del capitalismo? Unos sostenían que dichas crisis empezaban por el exceso de materias primas: Hilferding, brillante teórico alemán, afirma que debía buscarse este origen en los problemas monetarios y financieros, mientras el profesor Tugan Baranovski, marxista ruso del que hablaremos más adelante, afirmaba que la explicación más certera consistía en la incapacidad del mercado de absorber el volumen de la producción industrial, tesis general de los economistas, pero condimentada con salsa marxista.

En todos los países europeos, en Francia, Italia, Bélgica. etc. (menos en Inglaterra donde el socialismo no fue nunca marxista, pese a que Marx haya escrito su obra en Londres y tomado el desarrollo de la economía inglesa como material básico de su socialismo) las corrientes pugnaban y recordaban las disputas, y las oposiciones de las iglesias cristianas (católicas, protestantes, ortodoxas y heterodoxas) discutiendo sobre la divinidad de Cristo, el sentido del bautismo, el valor de la confesión, la santidad del papa o la virginidad de María. Y si recordamos que esas disputas llevaron a las guerras de religión, al exterminio de los “falsos” cristianos por los “verdaderos", podemos considerarlas sin importancia. En la Rusia bolchevique han llevado al total exterminio de todos los marxistas no leninistas o stalinianos, y de todos los revolucionarios no marxistas.

A estas grandes corrientes deben agregarse las pequeñas. Eran innumerables. Julián Gorkin, que en 1936 se había separado del partido comunista sin dejar de ser marxista, nos contaba recientemente cómo había sido encargado. en esa fecha, de establecer en México un lazo de contacto entre unos quince partidos marxistas opositores y minoritarios, todos europeos. Naturalmente, cada uno pretendía también ser el único intérprete certero del pensamiento marxista auténtico y lo demostraba, citas al canto. Mencionemos, por fin, ciertos núcleos marxistas-sindicalistas representados por Labriola y sus amigos en Italia. por el Sorel de ciertas épocas y sus amigos en Francia, por núcleos sindicalistas argentinos, las corrientes internas del socialismo italiano. y las que se formaron en el seno del partido comunista ruso instalado en el poder, oponiendo unes a otres Lenin, Trotskí, Bujarin. Zinovieff, Alejandra Kollontai y Chlapnikof, estes dos últimes portadores de la tendencia “oposición obrera”, cuyos defensores asimilaba Lenin a les “pequeñes burgueses y anarquistas”. Se sabe que apareció después la tendencia marxista-leninista. marxista-leninista-staliniana que les comunistas oficiales del mundo entero afirmaron, durante treinta años, ser la única justa y auténtica después de haber afirmado, con igual sinceridad, que la leninista era también la única justa y auténtica... Hemos visto después aparecer la tendencia krutcheviana, no menos justa y auténtica que las precedentes. y en este momento, la tendencia post-krutcheviana se está elaborando: será no menos marxista, justa y auténtica, cualquiera que sea el camino tomado. En fin, la actual escuela china del marxismo es para sus partidaries, la única intérprete valedera del pensamiento de Marx, como lo es la actual escuela italiana, revisionista de lo que sus miembros han proclamado ser la única verdad marxista de 1917 a 1961. Pero contra ella se yergue la tendencia no sólo leninista, sino bordighista creada en 1939 por Bordigha. ¿Qué es el marxismo? Suerte tiene quien cree poder contestar con seguridad, pues sí se lograse reunir a todes les representantes de todas las escuelas, a fin de ponerlos de acuerdo, se produciría una tal cacofonía que la misma torre de Babel sería, a su lado, modelo de unidad y armonía. Lo cual no impide que toda fracción marxista está convencida de poseer la única verdad indiscutible sobre la interpretación del materialismo histórico o dialéctico, la evolución de la sociedad, el presente y el porvenir de la humanidad, la estrategia política y la táctica revolucionaria adecuada en cada nación, el modo de realización del socialismo, las etapas que deben recorrerse mediante la toma, revolucionaria o parlamentaria del poder, las alianzas buenas o malas, el grado de patriotismo, antimilitarismo, nacionalismo o internacionalismo que conviene aplicar, los adelantos en una dirección y los retrocesos en otra, la utilización del Estado... Y, cosa maravillosa, para cada una de estas posiciones, por contradictorias que sean, se puede acudir a Marx. Hay más interpretaciones del marxismo que pelos en la barba del maestro. Pero, indudablemente, el conjunto constituye una barba... Se podrá objetar que todas las escuelas políticas y sociales tienen tendencias distintas, y hasta opuestas. Es cierto. Pero el liberalismo, el republicanismo, el socialismo no marxista, el anarquismo, el sindicalismo, no han sido fundados por un solo pensador, creador de la doctrina que le ha dado su nombre. La diversidad de les pensadores y teóriques explica la diversidad de las tendencias, y sobre todo cada una de ellas no pretende poseer la única verdad, mientras que por sus orígenes y sus pretensiones científicas y dogmáticas, el marxismo debería presentar una unidad de pensamiento, cohesión teórica y actividad práctica entre los teóriques y subteóriques, comentaristas, militantes, intérpretes y partidos diversos. La multiplicidad de sus bifurcaciones prueba la quiebra de su real contenido. No hay “un marxismo”, sino “marxismos” pluralizados en pugna constante. Estas contradicciones deberían hacer reflexionar a los que creen haber hallado en él el único hilo conductor de la interpretación de la historia.

Gaston Leval. La Falacia del Marxismo, 1967
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