Balada crepuscular

Esta es la hora de mis sombríos pensamientos

mi demonio duerme.

Duerme en el crepúsculo oscuro

de esta alma mía

el rojo demonio de la infernal alegría.

Fumo...

¡Fumo desesperadamente siempre! Intumescente1.

¡Siempre! ¡Siempre! ¡Siempre!

···

Quisiera pensar, escribir, cantar...

Pero mi demonio duerme.

Duerme en el crepúsculo oscuro

de esta alma mía

el rojo demonio de mi infernal alegría.

Y los pensamientos no llegan...

¡La risa y la maldición tampoco!

¡Esta es mi hora negra

de melancolía negra!

···

Miro distraídamente mi cigarro,

delgado, pálido y caliente

como una amante enferma.

La veo consumirse lentamente

como mi vida y mis sueños:

como la fida y los sueños de todos mis hermanos.

El humo se eleva, denso y gris en el aire

y se dispersa también ¡Así!

A mi me queda si un poco de nicotina amarilla

sobre los labios amargos ¡Así!

···

Mi demonio duerme.

Duerme en el crepúsculo oscuro

de esta alma mía

el rojo demonio de mi infernal alegría.

¡Miro el sol!

Lo veo tramontar entre los rubios remolinos

de un bonito mar de oro.

De oro y de sangre...

Pero mi corazón está mordido.

Mordido por el frío llanto

sin esperanzas y lágrimas,

sin odio y sin amor.

Oh, Pudiere al menos llorar...

pudiere al menos imprecar2...

¡Pero no!

¡No! ¡No! ¡No!

···

¿Quién?

¿Quién entonces me ha hecho tanto mal?

¿Quién es el maléfico artífice

de éste mi sufrir?

Ay madre... madre mía...

Si todavía tuviese la fuerza de poder al menos maldecir...

¡Pero no!

¡No! ¡No! ¡No!

Pero eres tú, ¡Sólo tú! ¡Que me has dado la vida,

que me ha dado el dolor, que me ha dado el mal!

Pero dime:

¿Creías tu quizás en la felicidad de vivir?

¿Soy yo entonces el hijo de un tal sueño grotesco?

¿O soy un vulgarísimo hijo de la común inconsciencia?

Pero por qué entonces, o madre, no habéis,

aquel día, la inspiración heroica de golpear violentamente

tu hinchado vientre

sobre una dura piedra ¡Así!

Porque yo no habría querido esta miserable vida.

Porque yo no habría querido ver el sol.

Porque yo sufro tanto, así...

Oh madre, ¿Lloras?

¿Y por qué?

¿Sientes quizás remordimiento de haberme creado?

¿Imaginas quizás el mal que me anquilosa

y me rompe terriblemente así?

Oh, si tuviere al menos la fuerza

de poderte todavía maldecir...

¡Pero no!

¡No! ¡No! ¡No!

¡Soy demasiado vil!

···

El río discurre y canta...

(el bonito río tranquilo y vientre)

discurre sobre su fino lecho de mullida arena

y sus blancas espumas son cosidas de oro.

La escollera titánica

lava sus graníticos flancos en el agua tuya limpia.

Oh río solitario

y sentado a tus margenes

yo miro las hojas verdes

que, ricamente de sombra y de luz,

el viento acaricia ¡Así!

Miro. Pienso y recuerdo...

Pero mi alma es oscura

y, todo en torno a mi llora la tarde. Negra.

Yo no amo más.

¡Yo más no creo!

···

¿Quién?

¿Quién a mi entonces me ha hecho tanto mal?

¿La mujer y el amor?

¿Los hombres y la amistad?

¿La sociedad y las leyes?

¿La humanidad y su fe?

¡Quizás todos!

¡Quizá ninguno!

No se...

Me siento mal... tanto.

¡Tanto! ¡Tanto! ¡Tanto!

Aquí... ¡En el alma!

···

Mi demonio duerme...

Duerme en el crepúsculo oscuro

de esta alma mía...

cuando soy triste...

triste y melancólico.

···

Quería nuevos amigos.

Verdaderos nuevos amigos.

Tengo falta de confiar

(a alguien)

mi negra melancolía.

Pero no tengo amigos.

¡Soy solo!

Solo con mi

melancolía.

Solo con mi destino.

¡Solo! ¡Solo! ¡Así!

···

Mi demonio duerme.

Mi cerebro es atravesado por un recuerdo.

Recuerdo de un sueño

sueño de intelectual:

“Hombres fuertes y felices,

abrazados y entrelazados

a desnudos cuerpos de mujeres

bellas, jugosas y felices,

festejadas y glorificadas

por niños inocentes y felices.

Después:

flores y sol,

música y danza,

estrella y poesía,

canciones y amor”

···

Mi demonio duerme.

¡Mi cerebro es atravesado

por resplandores amarillentos,

negros y verduscos

de la torpe realidad!

De la realidad que pasa...

“Un empaste de brutos y de brutas.

Un insigne de hipocresía y de ignorancia.

Una mezcla de verdad y de mentira.

Un todo de estiércol y de fango”

¡Ah, no!

¡No! ¡No! ¡No!

¡Yo sufro tanto!

¡Tanto! ¡Tanto! ¡Tanto!

···

El sol está tramontando.

(el bonito sol de oro)

los ángeles de la tarde

son agonizantes...

Las hojas de la tarde son cráneos de muerte,

fríos, carcajeantes...

El río (el bonito río limpio)

es ahora una serpiente negra pavorosamente estirada

entre las rocas de la escollera.

Tumbada, lúgubre y muda.

Tumbada, lúgubre y negra.

···

Mi cigarro se apaga...

(Mi cigarro pálido y caliente

como una amante enferma)

La ceniza se dispersa.

El humo también.

A mi no me queda más que un poco

de nicotina amarillenta

sobre estos labios amargos:

como de la vida y de los sueños. ¡Así!

···

Entre el crepúsculo oscuro del alma mía

mi rojo demonio se despierta.

Siento como un revuelto de sangre amarga

recorrerme sobre los labios amargos...

tengo un trágico presentimiento...

¿Que pasara en la noche?

Pero... las estrellas

-las queridas estrellas-

vuelvan.

Oh, pero si pudiera todavía reír y maldecir solamente...

Pero veo un relámpago siniestro (un fuego)

brillar en la oscuridad de la noche.

¡Debiste golpear!

Lo siento...

¡Lo siento! ¡Lo siento! ¡Lo siento!

Yo soy un astro que vuelve hacia un trasmonto trágico.

Parte III de “Una flor salvaje”

Renzo Novatore

El texto está privado de fecha, pero por la trayectoria personal de Novatore, se puede efectivamente atribuir al último periodo de su vida, así, como el hizo poniéndolo al final de una serie de escritos hace presumir. Es una poesía amarga, así como amarga ha sido su vida, pero antes precedía, la amargura devenía fuerza, rebelión, belleza. Aquí parece que prevalezca el pensamiento negativo. De todos modos, la inminencia de lo firmado empuja a pensar de deven a actuar solo: de completar el gesto, por el cual valga la pena de aspirar a la muerte, de prepararse a esta.3

Traducción de Davide di Césare y César Ceinos
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