Últimamente parece que está resurgiendo un movimiento de luchas irreales, se ha visto un claro ejemplo con los ataques a Palestina. Hablamos de luchas irreales porque se llevan a cabo en frentes alejados a aquellos en los que se desarrolla el problema, con unos planteamientos ineficaces y por tanto unos postulados prácticos nulos, de forma que no se conforma como una lucha sino como un gesto. Se trata de luchas irreales porque la paralización de un conflicto armado (o al menos de este) no se va a conseguir porque cierta cantidad de personas se concentren en un sitio dado. Todos sabemos que la convocatoria de este tipo de actos tiene más que ver con el salir en la foto y coger la pancarta que con una intención real de paralizar la sinrazón. Lamentablemente, este tipo de actos parece que tiene cada vez más cabida dentro de Organizaciones anarquistas y decimos lamentablemente porque hay varias razones para desechar este tipo de actos, aquellos que no parten de la reflexión si no del influjo mediático:
· Apoyan la acción mediada y legitiman el Sistema representativo; este tipo de actos buscan un respaldo social y mediático, porque son sólo la manifestación de que la ciudadanía está en contra de esa masacre. Una manifestación que, dentro de los cauces legales, muestra su disconformidad y exige a sus representantes parlamentarios, es decir a la burocracia estatal, que medie en el conflicto para ponerle fin. Por un lado esto supone una vulneración de una de las tácticas más importantes del anarquismo; la acción directa. Por el otro, se obvia una de las teorías del anarquismo, la que el Estado, por su propia naturaleza, genera violencia y guerras, no sólo pidiendo a un Estado que cese en una de sus actividades inherentes; sino además legitimando el papel de otro Estado al pedir que medie en un conflicto. Esto no queda como una teoría alejada de la realidad, porque hay ejemplos que nos lo demuestran. Que el Gobierno paralice o medie en un conflicto armado no depende de la manifestación de unos individuos sino de sus intereses político-económicos; un caso reciente lo tenemos en la guerra de Irak, la “ciudadanía” española mostró su contra a la guerra, sin embargo el Gobierno español no hizo nada; que ahora el Gobierno actúe de una forma u otra no se deberá a las manifestaciones de los individuos sino a sus intereses. Realizar manifestaciones puede, en caso de que los intereses del Gobierno fueran en la misma dirección que las manifestaciones, legitimar el llamado “Estado de derecho”; y colocar a las manifestaciones pacíficas y “democráticas” como una alternativa válida a la lucha y a la acción directa; una cosa que es irreal, como se demuestra.
· Parten de una falta de reflexión, ya que no tiene ningún sentido práctico el que se convoquen manifestaciones de “solidaridad con Gaza”. La solidaridad con Gaza, entendida dentro de la acepción que de ella tiene el anarquismo, no puede manifestarse de forma mediada, es decir no podemos pedir al Gobierno que se solidarice con un pueblo; porque la solidaridad es un pacto de ayuda mutua entre iguales; y somos nosotros directamente los que hemos de solidarizarnos con Gaza.
Ahora bien, surge la duda de qué hacer para apoyar a un pueblo que sufre la guerra: hemos visto que convocar manifestaciones exigiendo la medicación del Gobierno no tiene ningún sentido, porque por un lado sus demandas son inútiles (desde el punto de vista anarquista sólo harían que reforzar la legalidad democrática, perpetuando por tanto las guerras por ser inherentes a ésta) y por el otro lado, considerando que las manifestaciones buscaran apoyar al pueblo oprimido, cabría hacerse dos importantes interrogantes, ¿de qué le sirve a alguien que le están matando saber que en otros países hay gente que ha salido a las calles a dar un paseo con trapos?, y, en caso de que le sirviera de algo, ¿le llegará la información de nuestras convocatorias y manifestaciones de repulsa a alguien que ha perdido su casa y su familia? Si no se tiene en cuenta las necesidades y criterios de aquellos que necesitan de nuestra solidaridad, esa muestra de solidaridad se convierte en la apología de la caridad cristiana, en lavarse la conciencia. Parte del juego del Estado es crear situaciones extremas en las que se intente legitimizar su existencia; en este caso y ante la atrocidad que supone un ataque armado, se deja de radicalizar el problema para ponerle fin y que la situación vuelve a su cauce inicial, “restitución de los territorios ocupados”, legitimación de los Gobiernos. De esta forma, se consigue que incluso Organizaciones anarquistas se posicionen contra la guerra, permitiendo que el fin justifique los medios y obviando que ese posicionamiento puede declararse a favor del Estado (a parte de todo lo atrás mencionado), entrando en una incoherencia bastante palpable.[1] El anarquismo toma su eficacia cuando sus postulados teóricos se mantienen firmes ante las situaciones más extremas del capitalismo, aunque también es cierto que esos postulados necesitan para ser puestos en práctica de una masa importante de individuos conscientes, porque el anarquismo no es un movimiento de vanguardias.
El anarquismo toma su eficacia cuando sus postulados teóricos se mantienen firmes ante las situaciones más extremas del capitalismo
Entendemos que la mejor lucha que se puede llevar a cabo es la de no legitimar a los Gobiernos para mediar en los conflictos que surgen, ya que han de ser los propios individuos los que decidan cuál ha de ser la solución. No se puede buscar frenéticamente el apoyo a un conflicto puntual; puede haber situaciones en las que no se pueda hacer nada. Nuestro papel no es poner fin sea como sea a una guerra en concreto, porque es irreal, nuestro fin es la abolición de los Estados, que conllevará el fin de todas las guerras.
Se nos puede criticar que ante un genocidio no hagamos nada, pero es que quizá no podamos hacer nada para pararlo, o al menos desde aquí. El enfrentamiento entre un pueblo desarmado contra un ejército supone la oposición entre dos fuerzas desiguales. La lucha contra el Estado y la guerra por una parte pequeña de la población también supone una pugna desigual. Nuestra tarea es la concienciación propia y de clase, porque es sólo a través de ésta como podremos conseguir la Revolución Social, porque sólo a través de ésta se puede parar la Guerra. No debemos dejar de informar de lo que pasa realmente, no debemos dejar de tomar todos estos ataques como algo inherente al Estado, porque de hecho lo son. Queremos desde aquí hacer una llamada a la coherencia; la solidaridad nunca debe confundirse con la caridad. La única forma de acabar con las guerras es manteniendo la coherencia teórico-práctica del anarquismo. Todo lo demás, mientras tanto, no es más que la pura estética de un movimiento irreal e hipócrita, que busca en el oportunismo la forma de crecer en un barco que cada vez ha perdido más el norte. En el anarquismo no importa más el número que la calidad, afortunadamente, somos un movimiento de individuos conscientes y no de masas alienadas. No nos oponemos a la convocatoria de manifestaciones, si no a que éstas obvien los principios del anarquismo.
· Apoyan la acción mediada y legitiman el Sistema representativo; este tipo de actos buscan un respaldo social y mediático, porque son sólo la manifestación de que la ciudadanía está en contra de esa masacre. Una manifestación que, dentro de los cauces legales, muestra su disconformidad y exige a sus representantes parlamentarios, es decir a la burocracia estatal, que medie en el conflicto para ponerle fin. Por un lado esto supone una vulneración de una de las tácticas más importantes del anarquismo; la acción directa. Por el otro, se obvia una de las teorías del anarquismo, la que el Estado, por su propia naturaleza, genera violencia y guerras, no sólo pidiendo a un Estado que cese en una de sus actividades inherentes; sino además legitimando el papel de otro Estado al pedir que medie en un conflicto. Esto no queda como una teoría alejada de la realidad, porque hay ejemplos que nos lo demuestran. Que el Gobierno paralice o medie en un conflicto armado no depende de la manifestación de unos individuos sino de sus intereses político-económicos; un caso reciente lo tenemos en la guerra de Irak, la “ciudadanía” española mostró su contra a la guerra, sin embargo el Gobierno español no hizo nada; que ahora el Gobierno actúe de una forma u otra no se deberá a las manifestaciones de los individuos sino a sus intereses. Realizar manifestaciones puede, en caso de que los intereses del Gobierno fueran en la misma dirección que las manifestaciones, legitimar el llamado “Estado de derecho”; y colocar a las manifestaciones pacíficas y “democráticas” como una alternativa válida a la lucha y a la acción directa; una cosa que es irreal, como se demuestra.
· Parten de una falta de reflexión, ya que no tiene ningún sentido práctico el que se convoquen manifestaciones de “solidaridad con Gaza”. La solidaridad con Gaza, entendida dentro de la acepción que de ella tiene el anarquismo, no puede manifestarse de forma mediada, es decir no podemos pedir al Gobierno que se solidarice con un pueblo; porque la solidaridad es un pacto de ayuda mutua entre iguales; y somos nosotros directamente los que hemos de solidarizarnos con Gaza.
Ahora bien, surge la duda de qué hacer para apoyar a un pueblo que sufre la guerra: hemos visto que convocar manifestaciones exigiendo la medicación del Gobierno no tiene ningún sentido, porque por un lado sus demandas son inútiles (desde el punto de vista anarquista sólo harían que reforzar la legalidad democrática, perpetuando por tanto las guerras por ser inherentes a ésta) y por el otro lado, considerando que las manifestaciones buscaran apoyar al pueblo oprimido, cabría hacerse dos importantes interrogantes, ¿de qué le sirve a alguien que le están matando saber que en otros países hay gente que ha salido a las calles a dar un paseo con trapos?, y, en caso de que le sirviera de algo, ¿le llegará la información de nuestras convocatorias y manifestaciones de repulsa a alguien que ha perdido su casa y su familia? Si no se tiene en cuenta las necesidades y criterios de aquellos que necesitan de nuestra solidaridad, esa muestra de solidaridad se convierte en la apología de la caridad cristiana, en lavarse la conciencia. Parte del juego del Estado es crear situaciones extremas en las que se intente legitimizar su existencia; en este caso y ante la atrocidad que supone un ataque armado, se deja de radicalizar el problema para ponerle fin y que la situación vuelve a su cauce inicial, “restitución de los territorios ocupados”, legitimación de los Gobiernos. De esta forma, se consigue que incluso Organizaciones anarquistas se posicionen contra la guerra, permitiendo que el fin justifique los medios y obviando que ese posicionamiento puede declararse a favor del Estado (a parte de todo lo atrás mencionado), entrando en una incoherencia bastante palpable.[1] El anarquismo toma su eficacia cuando sus postulados teóricos se mantienen firmes ante las situaciones más extremas del capitalismo, aunque también es cierto que esos postulados necesitan para ser puestos en práctica de una masa importante de individuos conscientes, porque el anarquismo no es un movimiento de vanguardias.
El anarquismo toma su eficacia cuando sus postulados teóricos se mantienen firmes ante las situaciones más extremas del capitalismo
Entendemos que la mejor lucha que se puede llevar a cabo es la de no legitimar a los Gobiernos para mediar en los conflictos que surgen, ya que han de ser los propios individuos los que decidan cuál ha de ser la solución. No se puede buscar frenéticamente el apoyo a un conflicto puntual; puede haber situaciones en las que no se pueda hacer nada. Nuestro papel no es poner fin sea como sea a una guerra en concreto, porque es irreal, nuestro fin es la abolición de los Estados, que conllevará el fin de todas las guerras.
Se nos puede criticar que ante un genocidio no hagamos nada, pero es que quizá no podamos hacer nada para pararlo, o al menos desde aquí. El enfrentamiento entre un pueblo desarmado contra un ejército supone la oposición entre dos fuerzas desiguales. La lucha contra el Estado y la guerra por una parte pequeña de la población también supone una pugna desigual. Nuestra tarea es la concienciación propia y de clase, porque es sólo a través de ésta como podremos conseguir la Revolución Social, porque sólo a través de ésta se puede parar la Guerra. No debemos dejar de informar de lo que pasa realmente, no debemos dejar de tomar todos estos ataques como algo inherente al Estado, porque de hecho lo son. Queremos desde aquí hacer una llamada a la coherencia; la solidaridad nunca debe confundirse con la caridad. La única forma de acabar con las guerras es manteniendo la coherencia teórico-práctica del anarquismo. Todo lo demás, mientras tanto, no es más que la pura estética de un movimiento irreal e hipócrita, que busca en el oportunismo la forma de crecer en un barco que cada vez ha perdido más el norte. En el anarquismo no importa más el número que la calidad, afortunadamente, somos un movimiento de individuos conscientes y no de masas alienadas. No nos oponemos a la convocatoria de manifestaciones, si no a que éstas obvien los principios del anarquismo.
Juventudes Anarquistas de León (FIJA)
Juventudes Anarquistas de Villena (FIJA)
[1] “Exigimos al gobierno español que deje de colocar al mismo nivel a víctimas y verdugos e interrumpa las relaciones diplomáticas y comerciales con Israel hasta que ponga fin a la masacre. Llamamos a toda la clase trabajadora a que presione para conseguirlo.” Se justifica la legalidad democrática y se legitima al Estado no sólo como mediador sino como eficaz solución a los problemas que él mismo genera.