Breve biografía de Kôtoku Shûshui

Kôtoku nació el 22 de Septiembre de 1871 en Nakamura, a unos 700 kilómetros al oeste de Tokio.

Aunque se puede considerar que hay una persistencia del anarquismo en toda la trayectoria del pensamiento nipón, suele haber bastante unanimidad a la hora de considerar a Kôtoku como el punto de partida del anarquismo japonés.

Algunos autores citan antecendentes anarquistas como Nakae o Soeki, pero esto es un tanto atrevido; no se puede negar que hay atisbos libertarios en las obras de estos autores, pero tampoco se puede entender ésta como un constructo ácrata, por el gran número de disensiones dentro de éstas. Sería mucho más adecuado hablar de predecesores del anarquismo.

El pensamiento de Kôtoku no ha sido prácticamente traducido al castellano y es muy difícil encontrar referencias directas de su obra. Éstas únicamente podemos hallarlas en algunos artículos breves del semanario que editaba: Heimin Shinbun.

Lo más prolífico de su obra es la crítica al socialismo. Kôtoku comenzó su andadura en el socialismo. Llegó a participar incluso en la fundación del Partido Social Demócrata de Japón (1901). La trayectoria del Partido hace que Kôtoku empiece a desmarcarse de la línea parlamentaria y evolucione hasta el anarquismo, aproximadamente en 1905 (fecha en que sale de la cárcel).

Precisamente esta evolución será la que provoque la materialización, en 1907, de la división existente en el seno del movimiento socialista. Éste tendrá, a partir de entonces, tres tendencias: la parlamentaria, encabezada por Sen Katayama (que fundaría en 1922 el Partido Comunista Japonés), la anarquista, representada por Kôtoku, y otra “intermedia” representada por Sakai (que se unió con Katayama en 1992 para la fundación del PCJ).

El posicionamiento de Kôtoku queda reflejado en su artículo Mi pensamiento ha cambiado publicado el 5 de Febrero de 1907 en Heimin Shinbun :

Quiero hacer una confesión honesta. Mis opiniones sobre los métodos y la política adoptados por el movimiento socialista comenzaron a cambiar un poco desde que fui a la cárcel, hace un par de años. Luego, durante mis viajes del año pasado, han cambiado drásticamente. Tengo la sensación de ser una persona diferente.

Si yo tuviera que escribir en pocas palabras cuál ha de ser la praxis del socialismo, creo que ahora, sería del siguiente tenor: “Una verdadera revolución social no puede ser lograda por medio del sufragio universal y la política parlamentaria. No hay otra forma de llegar a nuestro objetivo socialista que no sea la acción directa de les trabajadores, unides como uno solo.

Anteriormente escuché sólo las teorías de les alemanes y les socialistas en el mismo curso y puse demasiado énfasis en la eficacia de las votaciones y del parlamento. Solía pensar que si el sufragio universal se conseguía, seguramente la mayoría de nuestres compañeres serían elegides. Y si la mayoría de los escaños en el Parlamento están ocupados por nuestres compañeres, entonces el socialismo puede ser puesto en práctica por medio de una resolución parlamentaria. Es cierto, por supuesto, que reconocía al mismo tiempo la urgente necesidad de la solidaridad obrera, pero aún así, creía que la prioridad del movimiento socialista en Japón era el sufragio universal. Mis discursos y artículos así lo reflejaban, pero ahora pienso que es una idea ingenua y pueril.

La necesidad de la clase obrera no es la conquista del poder político, sino la “conquista del pan”. No se trata de leyes, sino de alimentos y prendas de vestir. De ahí se deduce que el Parlamento no tiene la presencia de la clase obrera. Supongamos que tuviéramos que ir tan lejos como para poner nuestra fe y confianza en cosas tales como la introducción de un párrafo en el seno de una ley aquí, o varias cláusulas de revisión en algunos proyectos de ley o de otro tipo allí. En ese caso podemos conseguir nuestros objetivos llevados a cabo por el mero hecho de poner nuestra confianza en les defensores de la reforma social y el Estado socialista. Pero si, en lugar de esto, lo que queremos es llevar a cabo una verdadera revolución social, para mejorar y mantener la verdadera calidad de vida de la clase obrera, debemos concentrar todos nuestros esfuerzos no en el poder parlamentario, sino en el desarrollo de la solidaridad obrera. Y les propies trabajadores también deben estar dispuestos a no confiar en tales criaturas como los parlamentarios y los políticos burgueses, para lograr sus objetivos por medio de su propio poder y su propia acción directa; lo último que deben hacer les trabajadores es poner su confianza en votos y diputades.

Espero que, de ahora en adelante, nuestro movimiento socialista en Japón abandone su compromiso con una política parlamentaria y adopte como método la acción directa de les trabajadores unides como uno.

Es notable en toda su obra la influencia que en él ejerció Kropotkin. Se dedicó a leer su obra, a traducirla y a divulgarla. En 1908 tradujo al japonés La conquista del pan, a la que hacía referencia en el artículo mencionado, y de la que se distribuyeron clandestinamente unas mil copias en un mes.

El auge del movimiento anarquista es importante y la represión no se hace esperar, a partir de 1907 los periódicos libertarios van a ser perseguidos y tendrán que pasar a la clandestinidad. Pese a todo, no dejan de surgir nuevos voceros: Yaradsu Chohu (Acción Directa), Tatsu Kwa (Hierro y Fuego), Hikari (Relámpago), Chokugen (Adelante) y el ya citado Heimin Shimbun, que alcanzó durante un tiempo la categoría de diario.

A partir de 1908, tras la traducción de La conquista del pan, Kôtoku se empezaría a dedicar, entre otros asuntos, a la crítica del cristianismo: Estoy escribiendo un libro para demostrar que Cristo no ha existido nunca, que el misterio cristiano se basa en la mitología pagana y que la Biblia es, en su mayor parte, un engaño (...) En el espacio de dos años, el cristianismo se ha convertido en una gran religión burguesa, en una máquina del Estado, del militarismo, escribía en 1910. Este libro, Kirisuto Massatsuron (Ruptura con Cristo), lo terminó de escribir en 1911 en la cárcel y supone junto con Jiyo Shiso (Idea Libre) o Teikoku Shugi (Imperialismo) una de sus obras más importantes.

Pero fue en ese mismo año cuando la represión del gobierno dio una vuelta de tuerca más. Tras la detención de cuatro anarquistas en Mayo de 1910, se preparó todo un montaje policial en el que se encausaron a 26 personas, acusadas de querer asesinar al Emperador.

Precisamente, tres años antes apareció pegada en la Emabajada japonesa de San Francisco una “Carta abierta a Mutsuhito, Emperador de Japón, de parte de anarquistas terroristas” en la que se desmitifica el supuesto origen divino del Emperador, y no sólo se le trataba como a un ser humano, sino además como un ser humano imperfecto e impuro, un asesino y un carnicero, cuyos antecesores no han sido más que demonios que, a través de la fuerza y de maquinaciones inmorales, han esclavizado al pueblo de Japón. El escrito no sólo llamaba a romper la inviolabilidad y santidad del Trono, piedra angular de la Constitución Meiji, sino a la necesidad de acabar violentamente con el Emperador:

Ninguno de nosotres es un aficionade a la violencia, pero cuando la violencia es usada para suprimirnos, entonces nosotres recurrimos a la violencia como respuesta. Además, tenemos que resistir el presente orden con el derramamiento de nuestras últimas gotas de sangre. Hemos renunciado a los lentos e inefectivos métodos de hablar y agitar, para poner todos nuestros medios en el asesinato del carnicero.

Cuando el juicio se celebró en diciembre de 1910, fue cerrado al público y el estado de la tramitación de la investigación indicó que no se iba a dejar que sutilezas jurídicas interfirieran con la determinación gubernamental de paralizar al movimiento anarquista.

Lo único que impidió que las autoridades encausaran a un número mayor de anarquistas, como Ôsugi Sakae, fue que ya estaban cumpliendo penas de prisión por otros delitos y difícilmente podría estar implicado en el complot que se supone que había tenido lugar mientras estaba entre rejas.

Como era de esperar, les 26 acusades fueron declarados culpables y todos excepto dos fueron condenados a muerte. Más tarde, doce de les que esperan su ejecución conmutaron ésta por sentencias a cadena perpetua, les doce restantes no se libraron, el Estado estaba decidido a colgarlos, incluido Kôtoku Shûsui. En el momento de la ejecución de Kôtoku, el 24 de enero de 1911, el movimiento anarquista japonés se redujo a un estado de hibernación que se conoce como “período de invierno”.

El Estado estaba decidido a cerrar todas las revistas, prohibir todas las reuniones y, en definitiva, hacer la vida imposible para los anarquistas que intentaran mantener cualquier forma de actividad. Para muchos no hubo otra alternativa que retirarse al campo, otros se fueron al exilio. El Estado había llegado a la conclusión de que el desprestigio internacional era preferible a la Revolución.

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