En nombre de la actitud antidogmática de los anarquistas, justificándose con el hecho de que el pensamiento anarquista no es algo petrificable, ciertos “intelectuales” que se dicen libertarios, en los cuales es notoria una actitud de contemporización con todo aquello que es vehiculable por las academias y demás instituciones del pensamiento oficial, han realizado un esfuerzo “teórico” que busca la descaracterización del anarquismo. Acomodados en el llamado pluralismo democrático, los referidos “intelectuales” se esfuerzan por conciliar el pensamiento anarquista con elementos que le son completamente extraños y opuestos (por ejemplo, el hegelianismo y las concepciones democrático-burguesas).
Aunque se presenten como modernizadores de las ideas libertarias, sus “novedades” no pasarán de auténticos posicionamientos reformistas, como, por ejemplo, la defensa de la participación en las elecciones burguesas. Su finalidad es claramente transformar el movimiento anarquista en algo compatible con el capitalismo democrático, lo que corresponde perfectamente a su espíritu acomodado.
Para lograr su objetivo, los referidos “intelectuales”, a través,entre otros medios, de transcripciones truncadas, se esfuerzan en falsificar los escritos de los grandes pensadores anarquistas del pasado, para que las ideas de éstos surjan como algo únicamente relacionable con los problemas específicos de su época. Es manifiesta la preocupación en escamotear todo aquello que, en el dominio del pensamiento y de la práctica, siempre singularizó al anarquismo, aquello que distingue a éste de todas las corrientes autoritarias.
Uno de los blancos favoritos de las deturpaciones de los “modernistas”, particularmente de aquellos en que es manifiesta la influencia de las concepciones hegeliano-marxistas, son los escritos del gran pensador anarquista Piotr Kropotkin. La razón de esta actitud reside, en nuestra opinión, en el hecho de que en la actividad teórica de Kropotkin, en el dominio de la elaboración de las bases filosóficas y éticas del anarquismo, toma significado una ruptura total del pensamiento anarquista con la filosofía especulativa alemana. Contrariamente a otros grandes pensadores anarquistas (por ejemplo, Proudhon, Stirner y el propio Bakunin) cuyos escritos denotan influencias de Kant y Hegel, Kropotkin, un hombre de ciencia, consideraba el pensamiento de estos filósofos y su derivado marxista, el llamado materialismo histórico-dialéctico, como pura especulación, mera metafísica. El hecho de ser opuesto, como sus concepciones consecuentemente materialistas, a filósofos que desempeñaron un papel importantísimo en la fundamentación teórica o en la justificación de varias sociedades estatales europeas, no podía dejar de provocar, evidentemente, una gran cólera en vastos medios académicos.
También contribuye a esto la forma en que Kropotkin expone sus ideas. La claridad y accesibilidad de sus escritos no pueden agradar en ninguna manera a personas habituadas a usar un lenguaje académico, que esconden su ausencia de una profunda reflexión sobre determinadas cuestiones por medio de un lenguaje rebuscado y oscuro. Kropotkin escribía con claridad y consiguió ser comprendido por millones de personas, no sólo porque sus escritos no constituían un camuflaje de charlatanerías metafísico-religiosas, sino también porque dominaba los asuntos sobre los que escribía, o sea, hablaba de aquello que sabía.
Equiparable a las prosas de los “modernizadores” del anarquismo es, lamentablemente, la obra de Ángel Cappelletti: “El pensamiento de Kropotkin; ciencia, ética y anarquía”. Al leer esta obra, se verifica fácilmente que Cappelletti pretende con ella minorizar el alcance del pensamiento de Kropotkin, de forma que sus concepciones y actitudes sean consideradas poco o nada apropiadas para nuestra época. Afirmando que Kropotkin basó su materialismo en concepciones científicas hoy ultrapasadas (por ejemplo, las teorías de Darwin), esto es, afirmando que el trabajo de elaboración teórica de Kropotkin fue limitado por las propias “limitaciones” de la ciencia de su época. Cappelletti pretende colocar el “pensamiento kropotkiniano” en una especie de museo de antigüedades.
En su obra, Cappelletti lamenta varias veces el carácter “mecanicista” del materialismo de Kropotkin, o mejor, el hecho de no ser dialéctico, y afirma que este pensador anarquista, por haber aplicado el método de las ciencias naturales al estudio del hombre y por haber intentado fundamentar la ética en bases biológicas y materialistas1 caía en un determinismo, en una concepción filosófica según la cual la voluntad humana, siendo un mero resultado del movimiento de la materia, no desempeña ningún papel en la historia de los hombres.
Para clarificar el verdadero significado de las referidas afirmaciones de Cappelleti y analizarlas críticamente, comenzamos por exponer algunas posiciones fundamentales del movimiento anarquista que, aunque puedan ser consideradas como meras banalidades de base, son frecuentemente omitidas, sobre todo cuando deben estar bien presentes. Seguidamente, pasamos al análisis de las cuestiones levantadas por Cappelletti en su crítica del “pensamiento kropotkiniano”: las “limitaciones” de las bases científicas de Kropotkin, el carácter “determinista” de la “filosofía kropotkiniana” y la naturaleza anti-dialéctica del materialismo de Kropotkin.
Algunas posiciones fundamentales
Aunque la mayoría de las personas se preocupen poco o nada de las cuestiones filosóficas, varios comportamientos y actitudes individuales corresponden a diversas visiones generales del mundo, de la vida y de los seres humanos. También las prácticas de los movimientos políticos y sociales se relacionan con interpretaciones de carácter filosófico (interpretaciones generales de la historia humana, concepciones sobre la naturaleza humana y sobre la vida en general, etc.). Por consiguiente, el movimiento anarquista, aunque tenga su origen en la guerra social de las clases oprimidas y explotadas de la población, posé también una base filosófica.
Siendo el único movimiento social que, por sus fines y medios, pone, de hecho, en la causa del Poder al espíritu religioso2; no disociando la creencia en Dios y otros poderes sobrenaturales de las relaciones sociales de dominación y de desigualdad social; considerando como uno de los aspectos esenciales de la historia humana la lucha de la cultura contra el Poder y su sustentáculo, la religión; encarando el progreso humano como una lucha por la muerte de Dios (por la muerte de esta idea)3; el anarquismo es la única corriente que, en el dominio del pensamiento y de la práctica social, asume una posición efectivamente antiteísta, anti-religiosa, materialista.
Los anarquistas no se limitan a rechazar el Dios de las religiones y poner en jaque a las Iglesias y sectas religiosas. También rechazan las formas de pensar derivadas de las concepciones teístas y no intenta sustituir el Dios de las religiones por otras entidades equivalentes, esto es, como atributos idénticos. Los anarquistas rechazan todas las teorías que pretendidamente explican determinados fenómenos (sociales o naturales) de una forma absoluta, por un único factor, dicho determinante o decisivo. Contrariamente a Karl Marx, que defendía la construcción de arriba hacia abajo de la sociedad comunista, esto es, por medio de la acción del gobierno de los “representantes” del proletariado (una especie de supremo arquitecto terrestre), Bakunin, de acuerdo con sus concepciones antiteológicas, preconizaba una nueva sociedad, construida de “abajo para arriba” o de la “periferia para el centro”, esto es, por medio de la acción espontánea y organizada de las acciones libres y solidarias de productores y consumidores. Estas dos visiones opuestas de la construcción de la nueva sociedad constituyen una manifestación de la oposición irreconciliable que existe entre el materialismo y las concepciones de naturaleza teológica.
En suma, el anarquismo rechaza todas las manifestaciones del pensamiento absolutista, en el cual se incluyen evidentemente todas las formas de idealismo filosófico, exactamente porque la finalidad de este es la verdad absoluta. Así, no es de extrañar que Kropotkin haya procurado fundamentar el anarquismo en bases científicas o materialistas, que haya asociado el anarquismo a una concepción filosófica asentada en las adquisiciones de la ciencia e indisociable de los métodos de análisis propios de las ciencias. ¿En qué otra cosa, al no ser en el conocimiento científico, un conocimiento por definición limitado o relativo, pero que tiende a ampliarse indefinidamente y cuya validez reside en su experimentación, o sea, en los resultados prácticos obtenidos con su utilización, podría apoyarse para elaborar las bases filosóficas del anarquismo? ¿Debería haber tenido en cuenta la llamada teoría del conocimiento, elaborada por los filósofos idealistas, según la cual se puede llegar a la conclusión de que la esencia del objeto del pensamiento es el propio sujeto pensante o que la esencia de la realidad es intangible, “por causa de las formas a priori del pensamiento” de los “conceptos anteriores a la experiencia”? Kropotkin no perdió el tiempo con las especulaciones y charlatanerías metafísicas de Hegel, cosa que, por lo visto, Cappelletti lamenta.
Sobre las “limitaciones” de Kropotkin
Sobre esta cuestión, comenzamos diciendo que Kropotkin, habiendo sido él mismo un científico, sabía perfectamente que el desenvolvimiento científico es interminable y, por esto mismo, tenía plena consciencia del carácter limitado de los conocimientos científicos de su época (y de las restantes épocas, anteriores y posteriores a la suya). Kropotkin sabía con certeza que las teorías de Darwin no eran la última palabra sobre la cuestión del origen de las especies y su evolución, que las generalizaciones científicas de Darwin no podían abarcar la totalidad de los fenómenos relacionados con la aparición de las especies animales y sus transformaciones (él mismo desarrolló uno de los aspectos de la teoría de Darwin, como prueba su libro “El Apoyo Mutuo. Un factor de la evolución”.).
Kropotkin era plenamente consciente de todo esto y no solamente. Sabía también que las ciencias no se desenvuelven de acuerdo con la dialéctica hegeliana, que el desenvolvimiento científico no es un proceso en el que la verdad se transforma en su contrario, el error o viceversa. En realidad, los nuevos descubrimientos científicos, los avances de la ciencia no son una negación de los conocimientos científicos precedentes, sino una ampliación o una profundización de éstos. Los conocimientos científicos no tienen un carácter histórico, en el sentido hegeliano de esta palabra. Si bien la ciencia no nos puede dar la verdad total sobre las cosas, si bien el conocimiento científico es inagotable, es un hecho que existen verdades científicas establecidas. Aunque no nos pueda dar la verdad absoluta, la ciencia, por medio de la experimentación de sus teorías nos proporciona aquello que podemos designar por certezas prácticas.
De lo dicho anteriormente, se puede concluir que, contrariamente al “materialismo” histórico-dialéctico o marxista que, por ser un producto de especulaciones, nos surge cada vez más distanciado de la realidad y de la ciencia4, la visión materialista de Kropotkin, que Cappelletti apellida peyorativamente de mecanicista, tiene, al menos, la ventaja de ser mejorable o ampliable por el propio desenvolvimiento científico, exactamente porque en éste se fundamentó. Además, no era pretensión de Kropotkin darnos una filosofía materialista acabada, como se deduce fácilmente de la lectura de sus obras (por ejemplo “La Anarquía, su filosofía y su ideal”).
Habiéndose percatado de la relación que existía entre la anarquía y la subversión de las concepciones jerárquicas, originada por el desenvolvimiento científico; habiéndose percatado de que ambas eran aspectos de un mismo proceso evolutivo, Kropotkin procuró, a través del estudio de la ética, de la historia humana, de la vida animal, de las cuestiones filosóficas, asentar el anarquismo en sólidas bases materialistas, esto es, en bases completamente opuestas a todo aquello que la ciencia ya había colocado definitivamente en el campo específico de la fe religiosa o en el dominio del pensamiento meramente especulativo. En este trabajo de elaboración de las bases materialistas del anarquismo, Kropotkin consiguió establecer, comprobar y profundizar en algunas verdades, cuya importancia es reconocida por personas cultas de diversos cuadrantes ideológicos. Obviar este hecho en el análisis de una obra de Kropotkin, manifiesta, como mínimo, que el referido estudio fue condicionado por ideas preconcebidas. En realidad, Kropotkin realizó una vasta obra de la cual destacamos los siguientes aspectos:
1º.- A través de una gran cantidad y variedad de hechos, Kropotkin comprobó que el apoyo mutuo es, no sólo un medio indispensable de lucha que muchas especies animales, entre otras la nuestra, emprenden por su supervivencia, sino también un factor importantísimo, aunque no único, de su evolución progresiva. Es en este hecho comprobado en el que él fundamenta en buena parte la lucha por la igualdad social y la libertad. Kropotkin comprendió perfectamente la relación existente entre el desenvolvimiento integral de los seres humanos, esto es, su libertad, el desenvolvimiento de la ayuda mutua voluntaria, o sea, el fortalecimiento de la sociabilidad humana, y la igualdad social.
2º.- A pesar de no haber terminado su libro “La ética”, aunque la muerte le haya impedido responder a varias cuestiones que él mismo levantó en su obra inacabada, Kropotkin proporcionó elementos suficientes para comprender la naturaleza de los actos morales: su espontaneidad, el hecho de no estar determinados por cualquier tipo de imposición o coacción. Como Jean Marie Guyau, autor de la obra “Ensayo de una moral sin obligación ni sanción”, un pensador para el que los actos morales constituyen la expresión de una vida plena, Kropotkin comprendió perfectamente que los comportamientos morales tienen profundas raíces en la propia “naturaleza biológica” de los seres humanos. Se percató también de la relación de dependencia mutua que, de hecho, existe entre el desenvolvimiento de los sentimientos éticos y el fortalecimiento de la sociabilidad, habiendo, con todo, considerado a la moral como algo más elevado que la ayuda mutua voluntaria y la igualdad social.
Habiendo considerado como actos específicamente morales aquellas acciones generosas en las que sus autores no esperan obtener con ellas ningún tipo de beneficio personal, en el sentido estricto de esta palabra, no habiendo confundido, por tanto, la moral con la justicia social y la equidad, Kropotkin veía en la aparición de una nueva moral, una moral más elevada, la expresión de un estadio superior del desenvolvimiento humano.
Según Kropotkin, ninguna sociedad humana se puede mantener sin una base moral. Según su punto de vista, un proceso de enflaquecimiento progresivo de los sentimientos morales es un factor y una expresión de la decadencia de un medio social. Lo que pasa hoy en la sociedad mundial, en la cual se asiste a una corrupción generalizada y a la destrucción de los lazos de solidaridad humana, en la cual el espíritu competitivo domina por completo la vida social y se asiste al resurgimiento del nazismo, patenta bien la actualidad del pensamiento ético de Kropotkin. Es espantoso que intelectuales que se dicen libertarios no realcen en sus análisis de la obra de Kropotkin la importancia actual de sus aspectos éticos. Estamos arrastrados a pensar que en su “actividad teórica” están condicionados por las solicitaciones del mercado “cultural”.
3º.- A través de su estudio de la Revolución Francesa, en el cual él demuestra con hechos que ésta no fue una mera revolución burguesa, y por medio de sus estudios de la vida social en las ciudades libres de la Edad Media y en las comunas de los “pueblos bárbaros”, Kropotkin nos da una visión general de la historia humana que constituye una negación total no sólo del “materialismo” histórico-dialéctico, sino también de las restantes teorías que atribuyen al Estado moderno, a la democracia y al capitalismo un papel positivo o progresista en la historia de la humanidad.
Kropotkin no explicaba el desenvolvimiento de los acontecimientos históricos por un único factor, por ejemplo las producciones sociales de producción o el desarrollo de las fuerzas productivas alienadas. Kropotkin consideraba también como factores históricos, no menos importantes que el factor económico y la lucha de clases, el desenvolvimiento de las relaciones sociales de cooperación voluntaria y aquello que se tiene designado por el instinto de dominio, o mejor, las luchas que diferentes individuos realizan por el Poder, independientemente de los intereses de clase.
Kropotkin demostró que una de las condiciones fundamentales de la evolución de los seres humanos reside en el enflaquecimiento del Poder, o sea, en la ampliación de la libertad y, correspondientemente, en la prolongación de las relaciones sociales de ayuda mutua. Para Kropotkin, no era la “lucha de contrarios”, supuestamente existente en el propio interior de la organización autoritaria o estatal de la sociedad, y su “síntesis dialéctica” quienes constituían la expresión y el motor del progreso humano, sino la lucha de la libertad contra la autoridad, expresada en la acción directa, insurgente, libre y solidaria de las clases despojadas, pobres, explotadas, marginalizadas y reprimidas de la población.
De la lectura de sus escritos, se deduce que Kropotkin comprendió que la Revolución Social no se podía encarar como un mero resultado inevitable de la lucha de clases inherente a la explotación capitalista; comprendió que la Revolución Social, encarada en sus aspectos destructivos y constructivos necesitaba también un fundamento ético-materialista. A pesar de sus insuficiencias, que no negamos, no nos restan dudas de que el conocimiento directo de las ideas de Kropotkin, particularmente de sus interpretaciones históricas, pueden originar un positivo cambio de actitud, por ejemplo, en personas del campo marxista, más honestas, que comienzan, por razones obvias, a cuestionar el “materialismo” histórico-dialéctico.
Este es además uno de los aspectos de la importancia actual de las ideas de Kropotkin, al cual, por lo visto, personas como Cappelletti no están interesadas en dar la debida importancia.
Sobre el “determinismo” de Kropotkin
Las teorías fatalistas o deterministas son una derivación del pensamiento absolutista o jerárquico. Éstas son incompatibles con una verdadera concepción general materialista. Es importante comprender que, según el punto de vista materialista, entre el “libre arbitrio” y el determinismo, como entre el espíritu y la materia, no existe una oposición absoluta. El pensamiento materialista no funciona con categorías absolutas. Aunque los materialistas expliquen la existencia del espíritu y de la voluntad por el movimiento de la materia, aunque no consideren éstos como entidades metafísicas, como algo que puede ser disociable de la materia, el materialismo no es un determinismo en el sentido absoluto del término. Correspondiendo a una visión antijerárquica de la realidad, el materialismo ve la voluntad humana como una fuerza relativamente autónoma y auto-activa. Contrariamente a Hegel, que consideraba que las partes son determinadas por el todo, los materialistas no plantean la voluntad humana como una fuerza totalmente dependiente o subordinada y, por tanto, le atribuyen un papel relevante en la historia.
Cappelletti se equivocó en el número de la puerta. De hecho, de los escritos de Kropotkin, considerados en su totalidad, y no de forma truncada, no se puede deducir que la voluntad humana no sea una fuerza auto-activa. Los referidos escritos exprimen claramente una visión anárquica, antijerárquica de la realidad. Kropotkin encaraba los fenómenos, naturales y sociales, como equilibrios de diversas fuerzas autónomas y daba gran importancia al estudio de los “infinitamente pequeños”.
En su visión global del mundo no hay lugar para centros dirigentes o fuerzas determinantes de ningún género. Al afirmar que Kropotkin caía en un determinismo porque defendía la aplicación de los métodos propios de las ciencias naturales al estudio del hombre, entendido como parte de la naturaleza, Cappelletti revela que perfila la concepción marxista de la “naturaleza socializada”. Esta concepción, según la cual la naturaleza debe ser encarada como una materialización de los designios humanos, es idéntica a las concepciones de Hegel, según las cuales la historia de un pueblo es la concretización de un plano divino y lo real la realización de la Idea.
Esta concepción marxista, que constituye un aspecto básico del “materialismo” histórico-dialéctico, es nítidamente jerárquica y manifiesta que la inversión del pensamiento hegeliano hecha por Marx no alteró su contenido idealista o teológico. Es en esta concepción en la que se basa el comportamiento humano origen de los graves problemas ecológicos. Como es obvio, un anarquista no puede dejar de rechazar un comportamiento apropiado al capitalismo, un comportamiento bien revelador del carácter jerárquico de las relaciones que los hombres tienen establecidas entre sí y, consecuentemente, con las restantes partes constitutivas de la naturaleza.
Sobre el carácter anti-dialéctico del materialismo de Kropotkin
Basado en una absolutización de conceptos (los conceptos exprimidos por las palabras ahora y aquí) y en la identificación de la esencia del objeto pensado como el propio sujeto pensante, lo que equivale a invertir la relación que existe entre la materia y el espíritu y, por consiguiente, a considerar la realidad material como la obra del Creador, o como la materialización de la Idea, el método dialéctico de Hegel y la concepción que le es subyacente son algo exclusivo de la filosofía idealista o especulativa.
La dialéctica hegeliana, según la cual el movimiento real, que Hegel identifica con la actividad pensante, es una lucha de contrarios inseparables que transformándose uno en otro acaban por reunirse en una síntesis superior, es, de hecho, algo que no puede ser fundamentado en la experiencia científica, un método únicamente utilizable por quien busca la verdad absoluta. El propio Hegel dice que su filosofía era una cosa que estaba más allá de la ciencia.
Así, Marx no fue más grande que los materialistas llamados mecanicistas por haber pretendido casar el materialismo con la dialéctica hegeliana. Al contrario. Exactamente por eso, Marx no consiguió liberarse del idealismo. La única cosa que consiguió, al haber colocado al hegelianismo de piernas para arriba sin abandonar su método, fue dar a la filosofía especulativa de Hegel una apariencia de materialismo.
Por consiguiente, el hecho de que Kropotkin rechazara la dialéctica hegeliana sólo puede probar que procuraba asentar el pensamiento anarquista en un sólido principio materialista. Es espantoso que esta fecunda actitud pueda ser considerada por los libertarios como una insuficiencia o una vulnerabilidad del materialismo de Kropotkin. Pensando que no se debe perder mucho tiempo con el análisis de la cuestión de la “dialéctica de la naturaleza”, por lo que ya se ha dicho anteriormente, consideramos, con todo, importante resaltar dos hechos que prueban la inadecuación de las concepciones hegeliano-marxistas de la realidad social:
1º.- La transformación de los sindicatos oficiales en meros parejos sociales, esto es, en instrumentos de concertación social o de manutención del “orden” capitalista, prueba que el proletariado, transformado en una clase del Estado o en parte integrante de la democracia capitalista, no es ninguna antítesis, no es ninguna negación del capitalismo dentro de éste.
2º.- La “transformación del proletariado en su contrario” (primera negación dialéctica), esto es, la instauración de la “dictadura del proletariado”, y el intento de abolir así la condición proletaria por medio de su generalización (negación de la negación), que tuvieron lugar en los países del este europeo, instauraron el capitalismo de Estado, crearon una nueva categoría social dominante, no menos opresiva que la burguesía tradicional, y acabaron por restaurar el capitalismo “liberal” y originar las catástrofes que se conocen. Ni siquiera el proletariado se convirtió en su contrario, porque quien, de hecho, tomó el Poder, como no podía ser de otra forma, fueron sus “representantes”.
No queremos terminar este artículo sin decir que sugerimos, sobre todo a los jóvenes libertarios, la lectura de los escritos de Kropotkin, esto es, un conocimiento directo, no mediatizado, de su obra. Sólo así se puede minorizar el efecto nefasto de las deturpaciones del pensamiento de Kropotkin hechas por “modernizadores” del anarquismo, marxistas y otros.
J. Oliveira
Traducido de Cuadernos de Acção Directa
Nº 21, Octubre de 1993
Traducido de Cuadernos de Acção Directa
Nº 21, Octubre de 1993